La cuarta dimensión de Pedro Fermín

por Inger Pedreáñez

Fotos cortesía Galería Freites y Abraham Tovar

Aunque en 1978, Pedro Fermín tomó la resolución de no volver a pintar, no perdió la inquietud por el arte. No llegó a guardar ni el lápiz, ni sus reflexiones, mucho menos los bocetos y maquetas para seguir buscando su propio lenguaje artístico. De la pintura pasó a las instalaciones y luego a la escultura. La evolución de su proceso creativo, sin embargo, guarda una huella, como un hilo invisible que conecta la totalidad de su obra: la irrupción de la línea, el vacío como forma que completa la pieza y la interacción de los colores para generar tensión o movimiento.

Pedro Fermín, con la maqueta de una de sus obras. Foto Inger Pedreáñez.

El joven que en Carúpano hacía arte callejero con sus hermanos, pintando en el pavimento con carbón y tiza al papa Juan XXIII, el mismo joven que recibió una vez como obsequio de un vecino todo un arsenal de pinturas, “porque estaba seguro de que el chico le daría la mejor utilidad”, aquél muchacho que era premiado por las maestras de otras secciones de su colegio pagándole por la elaboración de sus carteleras, tenía muy claro que su destino estaba signado por una musa que le invitaba a observar, leer e interpretar a los pintores para crear su propio imaginario.

Sus manos heredarían dos habilidades de las raíces familiares. De alguna manera permeó en él la intención de su padre de formar a sus hijos con los ejercicios del libro de álgebra de Baldor (dos de sus hermanos resultaron matemáticos). Por el lado de su abuela, quien aprendió a confeccionar pantalones con un sastre francés, y luego de su madre que cosía con los patrones de las revistas, se asombró de la magia de convertir el plano bidimensional en objetos con volumen. En Pedro Fermín actualmente la confección se forja en hierro, aluminio y demás metales, para tratar de representar lo que el ser humano aún no puede visibilizar: la cuarta dimensión.

“Uno aprende de manera compleja, cuando tu padre o tu madre te da un consejo, eso queda allí permanentemente, y puede emerger en cualquier momento”.

Pedro Fermín

Matemática y costura como gestos de la vida cotidiana adquirieron en sus proyectos la abstracción que hoy le identifica. Así como de una tela surge un traje, Fermín adapta sus materiales para darles otro significado. De la línea a los cubos, del laberinto a la sucesión de Fibonacci, del uso del espacio al Moebius. Hay ecuaciones en su arte que incluso algunos críticos no alcanzaron a comprender. Como le pasó a Juan Carlos Palenzuela con la obra, Intervalo (1993) que fue expuesta en la VI Bienal de Esculturas Francisco Narváez: un rectángulo de madera dispuesto en el piso de la sala no concluye allí, su volumen se extiende a la pared, la forma se desplaza y lo invisible hace parte del conjunto. Nada es casual, todo está calculado.

Pedro Fermín lleva cuadernos de anotaciones donde trata de explicar el sentido que tienen sus proyectos. Entre esas líneas se descubre un pensamiento complejo producto de un constante observador, que a cada momento recurre a una idea o una imagen de otros creadores que ya ha analizado.

Pedro Fermín. Relación Espacio. 1993.

Meninas epifánicas

Curiosamente, Pedro Fermín comenzó con la abstracción antes de dedicarse a la pintura de paisajes. Uno de sus primeros profesores fue Nildo Márquez, pintor abstracto y director de la Escuela de Artes Plásticas de Carúpano. Sus primeros dos cuadros los expuso en el Taller Libre de Artes de El Tigre, fundado por Eduardo Latouche, Josefina Marcano y el propio Nildo Márquez.

Cuando llega a Caracas, en 1967, para estudiar en los talleres libres de la Escuela de Artes Plásticas Cristóbal Rojas, se encuentra con maestros como Ramón Vásquez Brito, Gabriel Bracho y Alirio Rodríguez.

Pinturas iniciales de Pedro Fermín. Fotos Abraham Tovar, 2022.

Sin embargo, expresa que si alguien generó alguna influencia en él fue Pedro León Zapata y sus conversaciones durante las clases de Elementos de expresión. “Un día Pedro León Zapata se puso a detallar cada uno de los personajes de Las Meninas de Diego Velásquez, él era una persona muy elocuente, y cuando describe a la pareja en el espejo, esa experiencia fue para mí reveladora. Ver ese cuadro es estar dentro del cuadro, es estar siendo mirado por el artista”.

Tiene sentido, las meninas dirigen sus miradas directamente al frente, al plano invisible, al espectro que se hace visible a través del reflejo en la pared. Esos personajes están ubicados en la misma dimensión del espectador de todos los tiempos. El público puede ver algo que está fuera del cuadro. Es otra forma de considerar la multidimensionalidad, principio que se expresa de distintas maneras en el trabajo de Fermín. Mientras estudiaba a Velásquez comprendió que todo arte tiene un antecedente. A pesar de su corta estadía en la academia, apenas dos años, Fermín no dejó de seguir estudiando a través de sus referentes.

Soy más un autodidacta. Siempre me ha gustado mirar el arte que otros hacen. Tal vez hay una condición mimética del aprendizaje, sobre todo cuando decidí no seguir una escuela, una actitud académica muy rigurosa. Quizás mi necesidad siempre fue tratar de hacer algo donde no sintiera ataduras. Yo era un ser inconforme, no quería ir a otra escuela de arte… No es que desdeñe el conocimiento que recibí, ahí está una base”.

El quiebre

Siendo un artista joven, influido en sus primeros pasos por las tendencias de la academia y luego por el interés de las galerías, el paisajismo surgió como algo pragmático. En 1978, a la edad de 28 años obtiene la Tercera mención de honor en el Salón Municipal de Caracas por su obra La Casa de Dos Puertas. Pero pronto recibiría una sacudida que permitió el viraje al arte conceptual.

Pedro Fermín. La casa de dos puertas, 1978.
Tercera mención de honor en el Salón Municipal de Caracas.

Lo que para muchos fue un elogio del crítico de arte Roberto Guevara cuando mencionó a Pedro Fermín en uno de sus artículos, para el artista fue el detonante que le advirtió que aún le faltaba conocer su verdadero camino, a pesar de los tempranos reconocimientos. Palabras más, palabras menos, Roberto Guevara escribió que el trabajo de Fermín le recordaba la pintura paisajística de la Escuela de Caracas, y lo consideraba un buen trabajo dentro de la corriente de la pintura tradicional.

Él me hizo sentir que estaba equivocado. Pero Guevara fue tan generoso conmigo que años después me invitó a participar en la II Bienal Barro de América (1995) que organizó en el Museo de Arte Contemporáneo. Me tomó en cuenta. Yo sentí que realmente si había hecho en mí un cambio. Esa fue una exposición hermosa, porque participaron artistas desde Canadá hasta la Patagonia, en Argentina”.

En esa oportunidad Pedro Fermín presentó Tensión Espacial (1995), una instalación de ladrillos con hojilla de oro dispuestos en un cubo de tres por tres metros, inspirada en el arte del quattrocento y basada en los 500 años del descubrimiento de América (que se habían cumplido en 1992).

“Toda forma de arte es conceptual, ninguna tendencia escapa de esto”.

Pedro fermín

El crecimiento artístico de Pedro Fermín sucedía en una ciudad cambiante. Caracas daba un nuevo salto a la modernidad en plena construcción del Metro. La transformación de la ciudad también influyó en su conversión a lo abstracto. Pero otras señales también iban indicando su camino a la abstracción. “Cuando vivía en Maracaibo, vi en el Museo de Arte Contemporáneo (1980) una exposición de Víctor Lucena y sentí que el arte era otra cosa, me puse a manipular las piezas”.

Durante la década de 1990 prevalecieron las instalaciones en el desarrollo artístico de Pedro Fermín. En 1990 fue reconocido con el premio Antonio Herrera Toro en el XLVIII Salón Arturo Michelena (1990) por una obra de la serie Tensiones Variables.

“La razón en la cual convienen las formas en el espacio,
es la razón por la cual se producen los acontecimientos”.
(Texto de sus cuadernos)

El volumen y el vacío adquirieron nuevo significado para el artista. Hay instalaciones emblemáticas de Pedro Fermín que no se pueden dejar de mencionar. Una de ellas es Paralelas (1992), que expresa su interés por experimentar con la relación entre el objeto y el espacio. El conjunto parece reptar entre el piso y las paredes, permitiendo que el ojo humano termine de construir la obra.

Pedro Fermín. Paralelas, 1992

“Las paralelas crean entre sí un vacío, una forma virtual o subyacente”.
(Texto de sus cuadernos)

Pedro Fermín. Fragmentación, 1993.

En Fragmentación (1993), Fermín recrea un cubo de nylon suspendido cuyas proporciones ponen en juego la percepción del espacio. Aunque no lo parezca, la figura etérea tiene una equivalencia en dimensiones a una montaña realizada con 8.000 cubos de madera que se dispersan en el piso, como si hubieran caído de una caja casi imperceptible. “Allí me interesaba expresar la idea de la gravedad”. Y escribe el artista en su proyecto:

“Se puede comprender como sólidos los cuerpos llenos que,
al fragmentarse por su actividad, originan nuevas visualidades o fluctuaciones”.

Por su parte, Laberinto (1994) se expuso en la IV Bienal Nacional de Arte de Guayana, organizada por el Museo de Arte Moderno Jesús Soto. El artista elaboró ladrillos que dispuso en los cuatro puntos cardinales a las afueras de la iglesia de Las Siervas, ubicado en el casco histórico de Ciudad Bolívar, para que la propia comunidad contribuyera a armar el laberinto en su interior. Lo que el artista escribe sobre esta pieza en su etapa de proyecto abarca desde lo mitológico del reino de Minos, las tradiciones judío cabalísticas, hasta la interpretación de ese íntimo tesoro, la espiritualidad que representa “el santuario del yo”.

“Esa complejidad, que a veces nos gusta, termina siendo muy simple”.

Pedro Fermín

Una fuente muy allegada a Jesús Soto revela a Estilo/online que el primer artista joven en ser escogido por el maestro para exponer en su espacio, el Museo de Arte Moderno Jesús Soto, fue Pedro Fermín, con una exposición individual “Forma del espacio” (1998). Dos años después, el artista regresa a las mismas salas en una colectiva “Geometría como Vanguardia” (2000) que itineró por Maracaibo en el Museo de Arte Contemporáneo del Zulia y en el Museo de Barquisimeto.

Voces de papel

Pedro Fermín se hace de lo que descubre en los artistas plásticos que investiga. En una visita a su actual exposición en la Galería Freites explica que cuando utiliza la banda de Moebius está presente la espiral de Vincent van Gogh. También hay una inspiración en la geométrica y los colores de Piet Mondrián, y más cercano aún es el estilo de Kazimir Malévich, quien lo impactó cuando el Museo de Arte Contemporáneo realizó una exposición dedicada a los abstractos de la vanguardia rusa.

Sus referentes no se acaban en esta lista: la repetición constante del cuadrado de Donald Judd o una aproximación a Lygia Clark con el uso de la línea que irrumpe; si menciona el espacio como lenguaje prefiere remitir a las obras del vasco Jorge Oteiza; o Theo Van Doesburg, en la geometría, así como la experiencia estética que hay detrás de Paul Válery…Más bien, Pedro Fermín se vale de toda referencia histórica, arquitectónica, artística, literaria e incluso científica (hace referencia a la idea de multiplicidad del espacio de Carl Sagan) para buscarle sentido a su propio arte.

Pedro Fermín conversa con Inger Pedreáñez para Estilo online. Fotos Abraham Tovar.

“Sigo con una especie de incertidumbre. Es como un proceso de angustia, de indagación, hasta que esa inquietud empieza a adquirir forma y termina en algo”.

Actualmente ha encontrado una nueva fascinación en el efecto prismático de Ellswoth Kelly y el significado que para él tiene el color y la forma, a tal punto que cuando Fermín mira hacia El Ávila reconoce en la distancia el espectro de colores del pintor inglés. Así como en el cuadro de Johannes Vermeer, Vista de Delft, que le motiva a imaginar una próxima obra sobre un horizonte que no se alcanza a ver, porque la vista está por debajo del nivel del mar.

“Pienso que uno reinterpreta permanentemente lo que está viendo, eso ocurre igual cuando se escribe un poema, al crear también se esté inventando una realidad. Un director de orquesta ejecuta una pieza, pero lo hace a su manera, porque pone el acento según su propia esencia. Lo mismo ocurre con el arte, porque uno viene de la tradición”.

Pero si hay algo que está siempre presente en las creaciones de Pedro Fermín es la serie Fibonacci como clave para establecer la relación armónica de sus piezas escultóricas. En la escultura Continuo inmanente (2007) expuesta en la Galería Freites, el espectador podría figurar la idea de una caligrafía oriental. Sin embargo, para Pedro Fermín es algo que va más allá.

“Hay un gesto, pero cuando ves esa obra, te das cuenta del movimiento, esa curva que va al espacio, que sale de una situación bidimensional, produce el giro, esa es la clave de la multidimensionalidad”

Pedro Fermín

Arte como universo

Si sus primeras instalaciones partían de la fragmentación, sus actuales esculturas se derivan del continuo que se genera a partir de los dobleces de una estructura bidimensional. Aquí es donde el principio del moebius se expresa en su mayor amplitud. En un movimiento que mantiene la dirección circular sobre la superficie. La levedad, el color y la luz se integran.

“Sé que la curva hace que la luz siga en la superficie de diferente manera.
Tú ves esta barra amarilla que está aquí y encuentras una situación corpórea que te hace ir y venir…
Siempre hay algo que recorrer, el método de ir y regresar al mismo lugar”.

Las obras de arte de Pedro Fermín no son espontáneas, no son producto del azar. La maleabilidad del material está condicionada al tiempo que le dedica a pensar, incluso, mientras lee un poema o un cuento.

“Estas obras tienen que cambiar, tienen que crecer. No puedo convertirme en un artista que realiza permanentemente las mismas obras, porque son aceptadas. Y aunque alguien me diga que quiere una escultura como la que tiene fulano, siempre haré algo distinto… No quiero que mi trabajo sea una situación para la sensibilidad pura, por eso me intereso en mis lecturas”.

Hay un dilema al tratar de identificar la disciplina artística que utiliza Pedro Fermín, principalmente aquellas piezas que se exhiben en pared. ¿Pintura o escultura? El artista tarda en responder, pero finalmente se decanta por la escultura. Pero esa duda es parte de su propia expresión creativa. En la década de 1990 tanto William Niño Araque como Axel Stein refieren esa dualidad en la interpretación de su arte. Citado por el portal Vereda, Niño Araque escribió para un catálogo “el artista pretende con la volumetría del color crear el espacio pictórico”, por su parte, Axel Stein señala: “El artista, obedeciendo a los rigores impuestos por los elementos más concretos de la pintura -a saber la geometría y el campo del color limpio-, deconstruye los límites mismos de la obra en su interacción con el ambiente al desplazar segmentos, y al asignar a estos fragmentos de la obra valores cromáticos complementarios. La obra requiere a veces de un soporte tridimensional, lo que acerca a la escultura y el montaje mismo de la exposición es en si otra propuesta”. La respuesta de Fermín viene en parábola.

“Edgar Degas era un pintor prestado a la escultura,
pero cuando él hizo La Bailarina trató de imitar su pincelada”.

Pedro Fermín, quien en 2014 recibió el premio como Artista Consagrado por la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), capítulo Venezuela, sigue explorando alternativas, con esa incertidumbre que lo impulsa a investigar sin que existan fronteras en el quehacer artístico. Pero mientras tanto, continúa dirigiendo a sus asistentes en el taller, para moldear las láminas de hierro en curvaturas y ascensos que hablan de levedad, elevación y múltiple dimensionalidad.

Pedro Fermín en su taller, 2022. Foto de Abraham Tovar.

Inger Pedreáñez es periodista (UCV), fotógrafa, poeta. Profesora de periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello. Dedicada al periodismo corporativo por más de 25 años. IG: @ingervpr.

Más sobre Pedro Fermín

OTROS RECONOCIMIENTOS

  • 2010 Premio 65° Bienal Salón Arturo Michelena, Valencia, Venezuela.
  • 2004 Premio Mario Abreu, Salón Nacional de Arte Aragua, Museo de Arte Contemporáneo Mario Abreu, Maracay, Venezuela.
  • 2003 Premio Braulio Salazar, 51° Salón Arturo Michelena, Valencia, Venezuela, Premio Dycvensa, Ateneo de Caracas, Caracas.
  • 1994 Premio Modalidad Tridimensional, Salón Nacional de Arte Aragua, Museo de Arte Contemporáneo Mario Abreu, Maracay, Venezuela.
  • 1990 Premio Antonio Herrera Toro, XLVIII Salón Arturo Michelena,
  • 1981 2do. Premio de la Cámara de Comercio de la Guaira, Venezuela
  • 1980 Premio de Pintura al Aire Libre, la Victoria, estado Aragua, Venezuela. 1978 Mención Honorífica, 3er. Salón Banap, Caracas
  • 3ra. Mención Honorifica, Salón Municipal de Caracas, Caracas.
  • 1977 1er. Premio Salón Nacional de Decoradores, Caracas.

Actividad reciente

En 2012 es incluido en «Visión de la pintura venezolana contemporánea», Museo Nacional de Arte, en Beijing; en ArtBO. Feria Internacional de Arte de Bogotá, y en la Feria Iberoamericana de Arte de Caracas. El año siguiente se presenta «Pedro Fermín, Vértice/Vórtice», en la Galería Graphic Art. Es incluido en las colectivas «La década TAC 2003-2013. Diez años, un legado», en la Sala TAC; en «Signos contemporáneos en el arte venezolano», en la Galería La Cometa de Bogotá; en la Feria Internacional de Arte de Lima (FIAL), y repite en la Feria Iberoamericana de Arte (FIA), Caracas. En 2014 participa en Art Miami. Feria Internacional de Arte Contemporáneo y Moderno, Miami; en Zona MACO. México Arte Contemporáneo, México; regresa a la FIA y a la FIAL. Dos de sus últimas exposiciones individuales en 2015 se realizaron en Caracas, en la Galería Freites y en el Centro Cultural BOD. Desde el año 2021, la Galería Freites exhibe su obra reciente.
(Del catálogo Espacio como objeto, 2015)

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