por Inger Pedreáñez
A sus 83 años, David Hockney sigue pintando como si cada lienzo fuera el elixir de la vida y la juventud. Busca en el paisaje los detalles de un momento, que reinterpreta en la intensidad de su peculiar paleta de colores. Sus cuadros parecen un extenso diario de la vida compartida en familia, con amigos, sus amantes, así como del paisaje que le asombra. Pero nunca se ha detenido al confort de una fórmula única como garantía de éxito. Por el contrario, ha explorado desde el óleo hasta el innovador acrílico y luego regresar a las acuarelas; se ha apoyado en la fotografía y en las nuevas tecnologías como el iPad hasta decantarse en instalaciones de videos. Si sus manos no están manchadas de pintura, están sobre la escritura o la construcción de maquetas para escenografías de óperas. Con su curiosidad como enigma, Hockney es la representación viva de un iconoclasta.

David Hockney "Self Portrait Oct. 24th" 1983 © David Hockney. Foto: Richard Schmidt Collection The David Hockney Foundation
Cuando en 1961 formó parte de la exposición colectiva Young Contemporaries, junto a Allen Jones, Billy Apple, Patrick Caulfield, Peter Blake y RB Kitaj, su primera exhibición, ya se comenzaba a perfilar como uno de los máximos representantes del arte pop británico, a la par de Richard Hamilton. Mucho ha sido el tránsito recorrido sin perder la magia de estar a la vanguardia. En 2019, casi 60 años después de su debut, expone en Amsterdam al lado de otro gran artista, Hockney – Van Gogh: The Joy of Nature. Y actualmente hay que hacer guardia frente al computador, para lograr reservar un cupo en las visitas guiadas en línea a su más reciente exposición, David Hockney: Drawing from Life, en The Morgan Library & Museum, en Nueva York, que estará disponible hasta mayo de 2021.
No es de extrañar el paralelismo con Vincent Van Gogh, ya que es uno de sus principales referentes, al igual que Matisse y Picasso. Pero cuando viajó de Inglaterra a los Estados Unidos, para residenciarse en Los Ángeles, California, en 1968, encontró en los reflejos de la luz que proyecta el agua de las piscinas una inspiración que lo distanciaría de cualquier escuela o tendencia artística.
Hockney vivió en California durante más de 30 años, pero sin asentarse en un solo lugar. Tiene distintas residencias, en Bridlington, Yorkshire del Este, y en Kensington en Londres, pero la pandemia lo sorprendió en los jardines de su casa de Normandía, en Francia, mientras se regodeaba al observar el paso de las estaciones, para pintar la transformación de la naturaleza. Allí quedó felizmente atrapado.
Impresionado por la reacción del público frente a sus recientes dibujos en iPad, decidió enviar un mensaje a sus seguidores a través de una publicación titulada “Recuerda que no pueden cancelar la primavera”. El libro es un mensaje de renovación inspirado en el cambio del invierno al florecimiento de los cerezos, narcisos, manzanos y ciruelos en la primavera.










Desde su casa de Normandía, David Hockney “Recuerda que no pueden cancelar la primavera”
Salpicaduras de una sociedad
Hoy son las plantas frutales, pero en su juventud hubo una imagen que le cautivó al arribar a California. Desde la ventana del avión descubrió el paisaje que ocuparía su atención: las piscinas que irradiaban sinuosas ondas como escenario del hedonismo de una sociedad muy distinta a la que conocía. “Miré hacia abajo para ver piscinas azules por todas partes, y me di cuenta de que una piscina en Inglaterra habría sido un lujo, mientras que aquí no lo son“, así se expresó el artista en una de las páginas de Christie´s.
Cuerpos desnudos de jóvenes tomando sol, bañistas bajo una ducha, nadadores observados o simplemente el instante que se congela cuando la figura humana desaparece ante la salpicadura del agua, son obras que reflejan la sociedad de consumo, los detalles de modernas mansiones de lujo, pero también mostraba las relaciones personales, la soledad o el idilio de los personajes atrapados en la opulencia.“Los periódicos decían que era un dandi extravagante, pero la verdad es que también era un trabajador muy disciplinado. Un artista puede predicar el hedonismo, pero no puede ser hedonista. Si lo fuera, no podría tener obra propia.” David Hockney entrevistado por Sven Michaelsen, para XL Semanal.
Peter Getting Out of Nick’s Pool (premiada en 1967 por Walker Art Gallery en Liverpool) y Sunbather, ambas obras de 1966, sugieren el movimiento del agua en trazos blancos, rosas, amarillos y púrpuras muy propios del arte pop. Con colores fríos representó la efímera huella de la existencia y no albergó dudas al utilizar ese mismo motivo (como van Gogh y su dormitorio) en tres oportunidades, en “The Splash” (1966), “A Little Splash” (1966) y “A bigger splash” (1967, obra de la colección del Tate Britain, Londres).




En su serie de piscinas también se encuentra Portrait of an Artist (Pool with Two Figures) (1972), en la que Hockney retrata a su ex amante, Peter Schlesinger, en un momento de lejana observación al nadador desnudo (posiblemente el nuevo amante de Hockney, según estudiosos del artista). Esta obra se ha convertido en una de sus imágenes más icónicas. En 2017 fue la portada del catálogo para la retrospectiva de Tate Britain, que luego estaría en el Centro Georges Pompidou de París y el Met en Nueva York. En el Tate, la muestra atrajo a casi medio millón de personas, convirtiéndose en la exposición más visitada del museo.
En este lienzo, David Hockney utilizó como recurso la fotografía de manera que podía combinar situaciones diferentes en un nuevo paisaje (lo mismo que en Peter Getting Out of Nick´s Pool). Realmente es la historia de dos composiciones, la primera se realizó en 1971, y el observador era un niño. Pero la pieza no terminaba de convencerlo. En abril de 1972, ante la inminencia de una exposición en la Galería André Emmerich de Nueva York, tomó su cámara Pentax, y con la ayuda de un asistente y un amigo recreó varias escenas en una villa a las afueras de Saint-Tropez. De vuelta a su estudio, compuso las fotografías en yuxtaposición con las de su antiguo amante, a quien había fotografiado con la misma chaqueta rosa en los jardines de Kensington. En menos de cuatro semanas logró ensamblar la pieza. Al día siguiente de haberla finalizado, la estaban trasladando a Nueva York.
El 15 de noviembre de 2018 Portrait of an Artist fue subastada por Christie´s en 90,3 millones de dólares, y para ese momento marcó el hito de la obra de arte más cara de un artista vivo vendida en una subasta. El nombre de Hockney suele aparecer en el mercado internacional del arte. Así que en 2019 tocó el turno al martillo de Christie´s para subastar el retrato doble de Henry Geldzahler y Christopher Scott (1969), por 37,6 millones de libras (al cambio actual serían 48,5 millones de dólares). También este año destaca la venta en Sotheby´s de la obra The Splash, por 29,83 millones de dólares.


David Hockney, Henry Geldzahler y Christopher Scott y fotografía de Cecil Beaton Henry Geldzahler and Christopher Scott in front of David Hockney Painting;
Henry Geldzahler es uno de los mejores curadores del siglo XX, y no solo aparece con su socio y pintor Christopher Scott, sino que a través de varios retratos se muestra el paso de los años en su rostro. Sea de manera individual o en sus distintivos retratos dobles, Hockney convirtió a sus amigos en sus modelos, entre ellos, su musa y confidente, la diseñadora Celia Birtwell, su amigo y curador Gregory Evans, el maestro impresor Maurice Payne, el arquitecto Frank Gehry; pero también su hermana Margaret y sus padres han inspirado su obra.
La amistad ha sido una constante en el proceso creativo de David Hockney. Desde aquél primer atrevido cuadro que hiciera el artista en 1961, We Two Boys Together Clinging, en el cual expresa claramente su inclinación homosexual en medio de una sociedad que penalizaba las relaciones entre personas de un mismo sexo. Ha mantenido la valentía de representar las relaciones masculinas, pero también el afecto a su entorno que manifiesta desde que comenzó a pintarlos en 1968 de manera individual y en sus series de retratos dobles.

David Hockney. We two boys clinging together, 1961.
“Dos retratos son más interesantes que un solo retrato.”
David Hockney
Esa constancia hizo posible que 150 obras realizadas durante cinco décadas fueron reunidas, en el año 2006, en una de las muestras de retratos más importantes, que se presentó en la National Portrait Gallery de Londres. En 2013 vuelve a honrar a sus amigos, esta vez con una serie donde los retrata (sin recurrir a cámaras fotográficas) en la misma silla y con el mismo fondo azul, un trabajo que cobró mayor importancia para el artista luego de recuperarse de un leve derrame cerebral. Al finalizar este trabajo había reunido 82 obras que se presentaron en 2017 en el Museo Guggenheim de Bilbao.

David Hocknet 82 retratos y una naturaleza muerte. Museo Guggenheim Bilbao, Afiche.
“Lo que un artista está tratando de hacer por las personas es acercarlas a algo. Estoy constantemente preocupado por cómo eliminar la distancia para que todos podamos acercarnos, para que todos podamos comenzar a sentir que somos iguales, somos uno“. David Hockney
La Polaroid: amor y odio
Aún cuando David Hockney descubrió tempranamente la fotografía y en principio defendió que su trabajo fotográfico también era arte, no considera que esta disciplina sea la mejor forma de representar al mundo. En su opinión, el obturador no se puede detener a ver los detalles, no se observa realmente, y considera que produce imágenes planas. Aún así, su trabajo fotográfico es una referencia para quien tenga interés en los fragmentados. El artista registró con su Pentax los detalles que utilizó en sus pinturas, casi que a manera de bocetos. Pero la llegada de la Polaroid le dio nuevas maneras de expresarse, como si le rindiera tributo al cubismo.



La superposición de distintos planos le permitió romper con la inmediatez de la toma, para darle mayor atemporalidad a la escena, permitiendo observar la dimensión del instante. Más de 100 fotografías Polaroid, y más de 200 collages fotográficos, elaborados en la pasada década de los 80, dieron a Hockney un nuevo giro en su proceso creativo. La técnica, bautizada por su creador como joiners (ensamblajes), hace reflexionar al espectador sobre el espacio y el tiempo de la imagen. La elección de cada detalle en acercamiento a la cámara o de distanciamiento, los ángulos, hacen de la fractalidad una narración. Sin duda su técnica creó nuevos paradigmas en la fotografía.
“Mi hermana me dijo una vez que pensaba que el espacio era Dios. Pensé que era bastante poético en cierto modo (…) Realmente soy un fanático del espacio“. David Hockney
El paisaje como emoción
En los albores de la década de 1980, David Hockney comenzó a perder capacidad auditiva. Tuvo que comenzar a usar audífonos desde 1979. Es posible que esa dificultad para relacionarse a causa de la pérdida de la audición, le hiciera buscar al artista un espacio más íntimo, en donde la observación de la naturaleza adquirió un nuevo valor. También estaba reinventando su concepción estética a partir de su vinculación con el teatro. “La sordera extrema te aísla; dejas de ir a fiestas y a inauguraciones. Te sientes apartado de la gente, desconectado, y te refugias en ti mismo. Siempre me fascinó ir a la ópera. Hoy me deprimiría porque ya no oigo ni los tonos más graves ni los más agudos. Para mí, sin cascos, no hay música”.
Hockney había adquirido una buena reputación como escenógrafo, desde que en 1975 realizó el diseño para la ópera The Rake’s Progress (1951), de Igor Stravinsky durante el Festival de la Ópera de Glyndebourne (Inglaterra). Aplicaba todas las técnicas que ya conocía: grabado, collage y pintura. Pero además el artista se valía de su condición de sinestesia, que le permite ver colores en función de los estímulos musicales, para diseñar sus escenografías.

Diseño de Turandot por David Hockney
En 1981, tres óperas producidas por la Metropolitan Opera de Nueva York contaron con la participación Hockney en sus montajes: Parade (1916–17), de Erik Satie; Los pechos de Tiresias (1947), de Francis Poulenc; y El niño y los sortilegios (1917–25), de Maurice Ravel. También le encargaron, poco después, los diseños de tres óperas de Stravinsky: La consagración de la primavera (1913), El ruiseñor (1914) y Edipo Rey (1927). Pero una de las escenografías más llamativas fue la que preparó en 1992 y 1993 para Turandot, de Giacomo Puccini, para la Chicago Lyric Ópera y para la Ópera de San Francisco. Como un buen investigador, estudió las técnicas de la perspectiva invertida de las pinturas chinas y el escenario en lugar de alejarse, parecía ir en dirección al espectador.
Sin duda, esta experiencia amplió su visión para hacer cuadros más monumentales, para los que utilizó el mismo criterio del fragmentado, o el uso de varios lienzos en forma modular, como una manera de solucionar el traslado a exhibiciones y también para adaptarse a su espacio en el taller. Comienza a pintar con colores brillantes, intensos, exaltando las formas y la profundidad del cuadro.
The Arrival of Spring in Woldgate, East Yorkshire (2011) es considerada de acuerdo con una nota del Guggenheim, como la continuación del desarrollo de la visión escénica. Esta obra incluye un óleo de 32 lienzos y 51 dibujos realizados con iPad.





El artista siempre ha estado atento a las estaciones, pero además de Yorkshire el otro paisaje que lo conmueve se encuentra en Colorado.“El Gran Cañón es el paisaje más grande del mundo. Es emocionante estar en el borde y mirar de arriba a abajo. No hay perspectiva, no hay un punto focal. No hay un centro de atención, estamos viendo a todas partes. Es un paisaje difícil de capturar. Así que en 1982 comencé a hacer collages. Fui con mi cámara y estuve por más de 10 horas. En 1998 imprimimos esas fotos para una exposición y descubrí que el espacio era plano, como un papel tapiz. No servía. Tenía que ir a pintarlo”.
Después de usar fotocopiadoras y cámaras fotográficas, el artista se interesa en nuevas tecnologías. Coincide con el estudio que realizó sobre pintores renacentistas, que en 2001 se publicó en forma de libro: “El conocimiento secreto”. Allí describe el método de trabajo de varios artistas: Vermeer, Lotto, Caravaggio, Velázquez, Van Eyck e Ingres, entre otros, quienes se valieron de instrumentos ópticos como la cámara oscura y la cámara clara (prisma de vidrio que proyecta difusas imágenes sobre el papel) para alcanzar el realismo de sus obras.
Desde el año 2009, David Hockney comenzó a utilizar el iPhone como una nueva herramienta de trabajo, luego se cambió al iPad. Dibujó con tal persistencia que para 2013 reunió 120 dibujos en un libro titulado “My Window” (Taschen) que exalta el momento efímero, desde un amanecer hasta las impresiones nocturnas. “La gente cree que la técnica sustituye la mano. No está tan claro. Abra los ojos, mire. Este dibujo está hecho para la pantalla, con los medios de la pantalla, la luz de la pantalla… no es una ilusión, es realmente lo que es”, dice Hockney en una entrevista publicada en el libro “Love Life” de Jean Frémon.
“Con el iPad, mis manos siempre están limpias, pero siempre tengo el reflejo de querer limpiarlas en mi chaqueta, especialmente antes de usar amarillo.” David Hockney
Pero su curiosidad fue más allá y también ha experimentado con la tecnología DVR de alta definición. Ahora trabaja con varias cámaras de forma simultánea para crear la ilusión de múltiples perspectivas en el espacio. Fue así como creó Bigger Trees Near Warter Or/Ou Peinture Sur Le Motif Pour Le Nouvel Age Post-Photographique (2007), una pieza que bien podría considerarse una videoinstalación, pero incluso frente todas las innovaciones de Hockney, rompe los esquemas.

Bigger Trees Near Warter Or/Ou Peinture Sur Le Motif Pour Le Nouvel Age Post-Photographique
Hoy más que nunca, David Hockney sigue pintando, sigue buscando sorprenderse de los colores de la primavera, y también de los efectos de la tecnología en la imagen. Sigue rindiendo honor a sus referentes como van Gogh y Picasso. En sus obras de gran formato reinventó la perspectiva. Precursor en todos los sentidos, los trazos de este artista británico ahora van en movimiento, desmarcándose de cualquier etiqueta.









“Vivo en el ahora, esa es realmente mi filosofía”.
David Hockney

David Hockney, Los Angeles 2016. Cortesía Matthias Vriens-McGrath.
Inger Pedreáñez es periodista (UCV), fotógrafa, poeta. Profesora de periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello. Dedicada al periodismo corporativo por más de 25 años. IG: @ingervpr.
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