Pepe Lopez. Alfombra Tejido wajuu tejedor Martin Segundo Machado

La estética de Pepe López

Publicado por 2:15 pm Arte contemporáneo • Un Comentario

por Inger Pedreáñez

Lo que quedó descartado, lo que fue desecho y olvidado, es la materia que le da vida al arte de José Luis López-Reus (Caracas, 1966). Este venezolano, actualmente radicado en París, transmutó el objeto indeseado, la basura, para convertirlo en obras particulares que moldea buscando la belleza en la forma y el color.

De bolsas plásticas acumuladas construyó su propia paleta de colores. Las planchó, las clasificó y finalmente las cosió sobre papel para generar abstracciones geométricas únicas. Pero la disposición de sus rectángulos combinados en tramas superpuestas, apenas le estaba murmurando el discurso que más adelante desarrollaría. “Es como tener una caja de creyones. Son como variaciones de pinturas que me permiten hacer combinaciones para componer las telas”. Del collage a la escultura, de la instalación al performance… Hoy día produce alfombras y textiles que tendrán múltiples resultados, desde una pieza decorativa para la pared hasta un impermeable o una tienda de campaña.

Caracas, el país en general y las culturas ancestrales también han sido fuente de inspiración recurrente. Se acerca a la ciudad desde fotografías hechas a partir de la superposición de bolsas plásticas, como en la imagen de Petare en Wallpaper (2014), pero también desde el imaginario de los vendedores ambulantes, o de los niños que vuelan sus papagallos, extrayendo del paisaje las formas, o más bien abstrayendo el objeto hasta crear una obra en donde conserva el arraigo, pero lo conduce a nuevos caminos.

Pepe López. Petare Wallpaper, 2014. Proyecto para Beaux-Arts de Paris. Exposición Broken Idols, 2019 Maëlle Galerie, París Montaje digital: Pepe López
Pepe López. Petare Wallpaper, 2014. Proyecto para Beaux-Arts de Paris. Exposición Broken Idols, 2019 Maëlle Galerie, París Montaje digital: Pepe López.

Ha investigado a distintas etnias indígenas, y trabajó el tejido con la comunidad Wayuu de la Península de la Guajira. En el 2004 enrumbó al sur, para encontrarse con las costumbres étnicas del Amazonas. Adaptó las cestas artesanales indígenas a la cultura de masas. Las guapas, cestas planas y circulares, funcionaban como un lienzo para crear una simbología entre lo autóctono y lo moderno. Emblemas extintos de las instituciones culturales del país, o los logotipos de la moda sellaban el sincretismo. “Son símbolos y signos que son representaciones de la sociedad, es la esencia de pertenecer, de reconocimiento, de acercarse a una identidad. Y entonces, es desechable y a la vez ancestral”, explica el artista. Por una de esas obras, Piaroa Ball Z (2006) llegó a alcanzar en el año 2010 un record en sus precios de subasta, cuando se vendió por US$ 35.000.

Aún cuando se graduó de Ingeniero Civil y estudió durante dos años una maestría en Filosofía, el arte siempre estuvo en su vida. Lo supo a temprana edad:

— Tendría yo 13 o 14 años… Una vez mi mamá le compró una marina a un primo, y yo le pregunté, ¿Por qué le compraste ese cuadro, si yo te puedo hacer uno igual? Ella me dijo, házmelo. Y me puse a pintar. Desde ese primer momento yo me sentía artista. Luego me puse a explorar con conciencia. Mientras los chamos estaban montando patinetas, yo pintaba óleos, retratos, marinas…, luego hice serigrafía. Iba siempre al Museo de Arte Contemporáneo. Descubrí todo el arte político en Venezuela, y participaba en los Salones de Jóvenes Artistas. A los 17 años, yo ya me sentía que era artista, fue una vocación muy temprana.

Su primera exposición individual la realizó a los 24 años, en la Universidad Metropolitana, con una serie fotográfica sobre el Cementerio General del Sur (1990), y aunque las dimensiones de su obra se extienden desde el collage, la artesanía, las esculturas, los ensamblajes y el performance, nunca se ha desvinculado de la fotografía, pasión que le inculcó su abuelo, Luis Reus.

— La fotografía fue un buen sustento para ganarme la vida. Trabajé mucho fotografiando productos comerciales para catálogos de venta, portafolios para modelos, carátulas de discos para cantantes y también publicaciones. Desde hace más de 30 años soy un fotógrafo a tiempo completo. Hoy en día, utilizo la fotografía a diario, para todo, aunque no necesariamente mi producto final sea una foto.

Pepe López. Ojo pelao, 2009. Exposición Money boom, Galerie 13-Jeannette Mariani, París

El artista inventa composiciones a partir de materiales de uso corriente, en donde hace valer el humor como una forma de reflexión. La obra de Piet Mondrian Composition 10 Pier and Ocean es intervenida por el artista en un paisaje surrealista de curitas, para su obra Mondrian meets Hansaplast (2005). Un autorretrato en close up observa como quien te sigue con la mirada, a la vez que incontables ojos de muñecos de peluche pululan como burbujas, sacudiendo con esta imagen la simbología del discurso político prevaleciente en Venezuela: Ojo pelao (2009) contradice aquellos ojos que se implantaron en las calles de toda ciudad del país.

Siempre atento a los temas sociales, pero por sobre todo preocupado por el deterioro del planeta, crea la serie Lunas (2009), en piezas geométricas elaboradas con teipe de electricidad, entre otros materiales. Observar e interpretar ha sido una constante. Y fue una serie fotográfica la que activaría la pulsión para desarrollar uno de los trabajos creativos en los que sigue reinventando: retratar a los indigentes de Estados Unidos con sus carritos de supermercado, que son como su casa portátil, lo motivó a hacerse de una de esas piezas ambulantes con un doble sentido, hacer fotografías de calle y acumular los objetos que pondrían a volar su imaginación.

A medida que el carrito se va llenando, comienza a componerlos hasta que la suma lo convierte en una entidad propia. “Para mí la estética es importante, que tenga belleza, que exista una combinación de colores”. En total ya ha ensamblado seis carritos y dos de ellos se encuentran en colecciones privadas, una en Francia y otra en Estados Unidos.

— ¿En qué momento comenzaste a recorrer las calles con el carrito de supermercado? Es un proyecto que depende mucho de azar de lo que encuentras, ¿Llegaste a planificar a través de bocetos lo que esperabas obtener o la obra se construye sobre la marcha?

— Esta es una práctica que comenzó hace ya muchos años. En un inicio, el trabajo era más experimental, y no había ninguna planificación. Hoy en día es una práctica mas calculada y reflexiva, salgo a buscar los materiales que necesito, como quien va de compras. Tengo series de obras que desarrollo paralelamente y son un cuerpo de trabajo definido e intencional que necesitan ciertos materiales que me provee la ciudad… Aunque también, a veces, me sorprendo con lo que bota la gente. Y entonces actúo en consecuencia, ahí aparece el azar.

—¿Alguna vez te han confundido con un indigente por tu carrito?

— No, nunca. Pero una vez, en Puerto Rico, asistí a la Feria de Arte Circa, me fui con antelación para ensamblar un carrito. Entonces, se me acercó un señor y me pidió que me moviera de calle, porque estaba interfiriendo en su ruta. Yo le estaba quitando las cosas que él necesitaba. Conversamos y hasta me enseñó cómo hacer unos nudos, que eran fáciles de desamarrar.

La serie de Ambulantes se complementa con otras propuestas que surgen de la transformación del objeto. Las escobas y escobillones también recuerdan a los vendedores ambulantes de Caracas, un carrito de helado, una instalación construida con la estructura de bambú de las cometas, como Puño e cruces (2010), y piezas que construye a partir de los paraguas inservibles que la gente tira en la calle, sobre todo en París, en la que destaca su serie Rhipsalis (2010-2015).

[Hacer click en las fotos para créditos y ficha técnica]

— Obviamente en París llueve mucho, y los paraguas son chinos, que se estropean con facilidad. La gente los tira y yo los recojo, le quito la tela, los desarmo y con las varillas hago estructuras o esculturas, que pueden ser como insectos que se cuelgan a las paredes, pueden ser móviles, nubes, o todo lo que pueda caber en la imaginación. Recojo de todo, cualquier objeto que me sea útil, que me parece precioso para mi obra. Los limpio, los clasifico y los voy acumulando. Eso hace que desarrolle las series paralelamente. Ahora estoy con la serie de bolsas plásticas porque tengo muchas. Tengo un carrito que parece el tutú de una bailarina. El trabajo de los paraguas lo tengo detenido porque estamos en verano y llueve menos. Trabajo con los bienes desechables que produce la industria cultural, porque utilizo logotipos, bienes de consumo, con todo lo que desecha la sociedad. Aquello que parece que no encuentra posibilidad de reutilizarse es para mí una fuente de recursos inagotable.

— ¿Se podría decir que hay una referencia de los ready-made de Marcel Duchamp?

— No. Es algo totalmente distinto. Yo pienso que no tienen ninguna comparación, es un objeto que tiene otras lecturas y otras inspiraciones completamente diferentes. Porque son compuestos. Es un trabajo más complejo que tiene que ver con lo abstracto. Si debo hablar de un referente, es la calle.

— También tienes un trabajo que remite al cinetismo desde lo cotidiano, por ejemplo, los ganchos.

— La obra de los ganchos surge de una experiencia real, emocional. La primera de la serie, concebida a partir de una imagen del closet vacío de mi mujer, ganchos variados sin ropa, narra en forma directa la ausencia y el vacío de la soledad producida por la partida. Es una pieza más universal. Luego, en una segunda versión (Cromo-interferencia cinética de la partida, 2017) juego con los ganchos de colores y su ritmo, para hacer referencia al piso del aeropuerto de Maiquetía. Una versión local, aquí me conecto con mi país. Ambas versiones tienen una mirada cinética. 

La metáfora de la crisálida

Pepe López-Reus supo interpretar el drama de la diáspora no sólo a través de instalaciones, sino también con el performance. Una vez más combinó los más impensables objetos en un embalaje de plástico. Como crisálidas, la mudanza también es una transformación.

Pepe Lopez. Crisálida, performance, 2017. Exposición Escape room, Espacio Monitor, Caracas. Fotografía: Julio Osorio.

Generalmente cuando se habla de la obra de un artista surgen palabras como contraste, texturas, densidad o intensidad…También existe el lenguaje y la metáfora. ¿Qué palabras podrían explicar tu obra desde el objeto transmutado?

— Hay varias formas de describir una obra, una es por sus características físicas y otras que tienen que ver con las emociones. En otras es el concepto como una pieza integral y eso es lo que va creando la metáfora. La crisálida, por ejemplo, es una pieza que está borrosa, porque está preparándose para una transformación. Ese es el juego de la crisálida, uno no termina de ver hacia adentro, y lo que hay en el interior es una transformación. Todo depende de la obra y de su resultado final. Si estamos frente a un trabajo objetual, evidentemente aparecerán palabras que describan su apariencia física y que narren el proceso de su construcción. Si la obra es una performance, o un trabajo conceptual, estas características físicas pasarían a un segundo plano y las descripciones se relacionarían más con el significado. Pudiéramos hablar de metáforas para dejar pasar los pensamientos o inclusive integrar las descripciones como expresiones emocionales de la obra. Me gusta pensar que un trabajo mío es un activador y al hablar de él, la obra se enriquece en la misma medida en la que fue producida.

Para López-Reus la estética también es importante. “No solamente me interesa el aspecto conceptual sino que el objeto creado se conecte con la gente por una estética atractiva, que tenga una combinación de colores, que esté bien trabajado, que tenga una textura y que se adapte a convivir en el espacio”, dice.

El dominio de la imagen y la inquietud de interpretar las circunstancias del país allanaron el camino para que en 2017, Pepe López realizara un ensayo de collage fotográfico bajo el título The weapons hungry monster, publicado por Editions Bessard, en París. El paisaje de las barriadas caraqueñas satura como un entramado la silueta de todo tipo de armamento, tanquetas, granadas y bombas lacrimógenas. La cruda realidad de la pobreza queda subsumida en el control que ejerce la violencia.

Trabaja entre París y Caracas, y eso le ha permitido no perder el vínculo cultural con su país. Una pieza en particular, Aquí va la basura (2017), está realizada en uno de los años más críticos del país. La expuso en Espacio Monitor, en Los Galpones, y es un mapa de Venezuela cosido en bolsas negras de basura. Con pocos elementos, las interpretaciones están a la carta. Pero es posible que el espectador pretenda desviar la mirada, como se ignoran a las personas que comen de la basura.

Todasana, 2012. Tambores pintados y performance, fiesta de San Juan, Armando Pantoja y Tambores del pueblo de Todasana, Vargas.

Otro de sus proyectos se vincula a las tradiciones populares, específicamente con la fiesta de San Juan, en Todasana. Al estar en contacto con cultores de esa región del Litoral Central, entre ellos el percusionista del Sistema Nacional de Orquestas y hacedor de tambores, Armando Pantoja, tuvo la idea de pintar los tambores del pueblo. “Primero mandé a hacer un grupo de tambores, y los pinté. Luego ellos me dieron de los suyos, al final pinté como 40 tambores. Son gente muy especial, así como mi pasión es lo visual, la de ellos es la música”.

— ¿Sientes que perdiste algo al salir de Venezuela?

Perdí la continuidad, pero uno gana otras cosas. Me hubiera gustado hacer la fiesta de los tambores y haber crecido junto al pueblo con esa experiencia, en una fiesta hiper colorida. Me faltó trabajar más con los artesanos, con los tejedores Wayuu, por ejemplo. Me hubiese gustado entender mejor el proceso, y eso lo he venido a conocer en otras latitudes.

— ¿Y qué ganaste al emigrar?

— El lenguaje. Tratar de buscar un lenguaje más universal, que se conecte con más personas y no solamente con las referencias personales.

En esa búsqueda, Pepe López comenzó a trabajar con artesanos tejedores de alfombras de Uttar Pradesh, India. Ahora aplica el arte en tapices y alfombras de colores, que no sólo mezclan los diseños tradicionales con imágenes contemporáneas, sino que además está revolucionando las texturas al incorporar el plástico que también interviene.

— Estoy trabajando en una serie de tapices hechos con desechos plásticos y van bordados en lana e hilos de seda y también tienen peroles que encuentro en la calle y que transformo con fuego, o planchándolos. Por mucho que reciclemos, ya el planeta está contaminado, entonces, es la reflexión de cómo poder vivir con el plástico, en lugar de despreciarlo. Son tejidos hechos a partir de desechos.

— ¿Crees en el concepto de arte utilitario?

— No lo cuestiono. El arte trasciende, va más allá de forma y utilidad. Actualmente, las fronteras y los límites entre arte, diseño y artesanía, están borradas. Hay una concepción y un entendimiento mucho más amplios del arte, del proceso creativo y de su resultado final, todo depende de su significación como resultado de la conciencia del creador. Estoy fascinando con el estudio de las tramas y los tejidos milenarios de lana, seda y algodón, también me inspiro en la cestería tradicional: diseño tapices de pared que tejen maestros artesanos Wayuu, diseño alfombras que produzco gracias a la invalorable experiencia de tejedores en Uttar Pradesh y, recientemente, finalicé mi primer fieltro en Jaipur, en India, con las técnicas originales de producción de este antiguo textil no tejido.

Me encanta trabajar con comunidades creativas y con otros artistas con los que comparto la pasión por el trabajo manual. Luego, en mi taller, aplico las técnicas que aprendo. En los nuevos proyectos plásticos que estoy desarrollando, los resultados finales van desde un impermeable para el mal tiempo, hasta una tienda de campaña para protegerse de la intemperie, también pueden ser vistos como pedazos de plástico que no sirven para nada.

Este artista venezolano ha llegado lejos con su obra. Lo han invitado en dos oportunidades a la Bienal de La Habana, participó en la exposición New Territories (2014-2015) organizada por el MAD Museum Nueva York, fue merecedor de la beca Aschberg (1998), que otorga la Unesco, y en 2015 recibió el reconocimiento de artista joven de AICA Venezuela, por citar alguno de sus logros.

— ¿Con qué artistas te identificas?

— Hay muchos artistas que me gustan, pero no me identifico con ninguno en particular. En el arte contemporáneo, me gusta mucho Joseph Beuys, pero también podría decir Jesús Soto. Me encantan los colegas de mi generación y la que me precedió. Tengo muchos amigos pintores y escultores, entre otros, los venezolanos Mariana Bunimov y Jorge Pedro Nuñez. Cuando visito a un amigo, pero también cuando visito una exposición o un museo, regreso con muchas ganas de seguir trabajando, me gusta todo.

— ¿De todos los museos de arte contemporáneo reconocidos en el mundo, en cuál quisieras que una obra tuya llegara a formar parte de su colección?

— Qué curioso, nunca he pensado en eso… Si tuviera que escoger uno solo, me encantaría estar en La Tate Modern. Pero también me gustaría estar en el Reina Sofía o en el MoMA, pero sí, si es sólo uno, me quedaría con la Tate Modern.

Pepe López, Patmos, 2015. Dodecanese, Grecia. Foto: Paloma López.

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