por Inger Pedreáñez
Fotos cortesía del artista, Galería ABRA Caracas, Fundación Mercantil Arte y Cultura
En la pluma de un paují se puede contener el universo, si es Sheroanawe Hakihiiwe quien la pinta. En sus trazos sistemáticos y sencillos se encuentra expresada Urihi en todos sus detalles y amplitud; vale decir, la selva en sus formas de coexistencia natural y cultural. Desde su mirada y su pulso, el paisaje arraigado en sus costumbres va tejiendo una trama que devela el misterio de la vida en el Alto Orinoco.
Detrás de cada obra de Sheroanawe (Amazonas, 1971), hay una historia ancestral de su pueblo. Minimalista, abstracto y con una mirada que podría considerarse ingenuamente fotográfica, el artista exalta la flora y la fauna como un numen esencial. Guarda una sensibilidad por los detalles, como por ejemplo el rocío de la mañana que se posa sobre una telaraña, la perfecta geometría de un panal de abejas, o simplemente es la línea que se transforma, una y otra vez, para convertirse en algo nuevo. Puede sonar redundante, pero nunca antes una línea tuvo tantas interpretaciones para despertar la imaginación.
Le atraen todas las variaciones de bejucos por la plasticidad de sus formas, sean especies medicinales o venenosas, con utilidades para la pesca o para proteger el shapono de visitantes nocturnos a manera de barricada. Es así como los objetos también hablan de la coexistencia con el hombre que habita el Amazonas. Adapta la vegetación a su arte, como quien siembra su propia selva en el lienzo. Las palmas, los árboles y también las semillas; las orugas, las hormigas, las libélulas y las serpientes… Toda expresión de vida se encuentra en su imaginario.




Los colores de la serpiente coral son recurrentes en la obra de Hakihiiwe.
La combinación de los colores de una serpiente de coral se ha manifestado en una abstracción muy característica de su obra. Los puntos, las líneas diagonales, horizontales o verticales, e incluso la sinuosidad quedan expresados en las múltiples interpretaciones que el artista pinta en la secuencia de rojo, negro y blanco.
Puede retratar a su pulso las huellas del agua que quedan marcadas en la tierra árida, distinguir en su color la composición de esos suelos, y de la misma manera mostrar las vetas de la caparazón de un morrocoy, con formas que demuestran que todo pertenece a un ecosistema que nos une.
La noche tiene muchas maneras de inspirar al artista. Así como navega en sus cuadros desde el reflejo nocturno de los ríos ante el breve encandilamiento de un rayo, también nos aporta conocimiento sobre la existencia de especies de las que muy poco conocemos. Como es el caso, por ejemplo, de un tronco muerto que contiene un material iridiscente que los cazadores se colocan en la espalda para guiar al grupo en la oscuridad. “El palo ilumina sólo si está seco”, nos aclara el artista. Hi i hipe amakuripe (tronco de rastros iridiscentes, 2022) describe esta curiosa manifestación de la naturaleza que fue exhibida recientemente en la Galería Abra en el Centro de Arte Los Galpones, en Caracas.

Un cuadro de Hakihiiwe puede guardar la leyenda del origen de la noche. Un nape (los que no son Yanomami) podría interpretar que en sus pinturas hay hojas que sostienen formas cinéticas. Igualmente, si imaginamos el curso de las estrellas durante el movimiento rotatorio de la tierra, esa estampa puede corresponder a la mirada de un artista que tiene el privilegio de alcanzar el cielo sin ser eclipsado por la luz eléctrica. Pero no son hojas en realidad, sino plumas. Y las líneas lo que muestran con gran precisión son sus nervaduras. Cuando el nape comienza a ver lo que el indígena está acostumbrado a comprender, se adentra en la selva de su arte:
“Hace mucho, mucho tiempo no había noche. Era puro de día. Salían a cazar de día, buscaban comida de día. Hasta que el jefe de la comunidad se quedó dormido profundo. Llegó un paují y comenzó a hacerle el amor a su mujer. Una señora fue a advertirle y le dijo: despierta, despierta, que están haciendo el amor con tu mujer. Así que se levantó y agarró una flecha, y se fue al monte donde cantaba este animal. Se fue acercando con los sonidos y atravesó el pecho del ave, cayeron sus plumas. Así llegó la noche”.


Fotos: Inger Pedreáñez.
La anatomía de las aves suelen estar presentes en el imaginario del artista, y es comprensible. Cuenta con un vasto campo de observación, de modo que abstrae partes de su cuerpo para representarla, sea desde lo más simple hasta detalles más amplios como sus colas. Pero no es una característica única para esta especie. Igual ocurre con los insectos, los ofidios, y las plantas.
Entre los primeros reconocimientos obtenidos en el exterior destaca el premio que recibió en 2012 de la I Bienal Continental de Artes Indígenas Contemporáneas de México, por una instalación que realizó de una gran serpiente tragavenado Wathu Oni (2011) a base de su papel artesanal.

En 2019, la Galería Abra llevó a la Feria de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, arteBA 2019 una serie de pinturas de Sheroanawe a partir de las plumas de loro, Yaro shinaki, que resalta por el juego cromático de cada pieza. Ese mismo año, al artista recibió dos reconocimientos internacionales: el Premio Refresh Irinox en la Feria de Arte Contemporáneo Artissima 2019, (Torino, Italia) y el Premio illy SustainArt en ARCOmadrid2019. En ambos casos, el jurado quedó impactado por la vívida representación de la realidad cotidiana en su comunidad.
Pero su intención va más allá de interpretar el bioma amazónico. Desde el año 2001 tuvo un objetivo, que sigue latente, como es la preservación de la memoria ancestral de su pueblo. Inspirado por su madre, en la pintura simbólica del cuerpo y de la cestería, fue reproduciendo cada línea, cada círculo, cada símbolo, como si quisiera dejar constancia de un alfabeto particular. La repetición sistemática fue clave en su estilo.














(Pulsar las imágenes para ver los nombres de cada una).
El encuentro con su futuro
El arte de Sheroanawe Hakihiiwe se gestó como una sucesión de eventos que a medida que se desarrollaban abrían una nueva motivación. La artista mexicana Laura Anderson Barbata viaja a la Amazonía venezolana con el propósito de aprender las técnicas de construcción de las canoas y propone un intercambio para enseñar a las comunidades indígenas la elaboración de papel artesanal, con el fín último de combinar la protección ambiental con la conservación y reescribir la historia oral desde la visión de los yanomami.
El proyecto es aceptado en la comunidad Mahekototeri, con el apoyo del padre José Bortoli. Es él quien le recomienda a la artista incluir a la familia Hakihiiwe como participantes, por sus dotes creativas y sensibilidad artística. Uno de ellos era Juan Bosco Hakihiiwe, nombre de bautismo que pronto el artista cambió a Sheroanawe, para representar autóctonamente a su pueblo (nacido en Sheroana).
Cuando comenzamos a hacer papel éramos diez personas, mi tío y nueve personas que nos cansábamos de estar de pie. Era muy trabajoso. Yo pensaba que era fácil: agarrar la fibra, cocinar y meter en la máquina y sacar. Pero no. No es buscar cualquier palo que tiene fibra. Hay que traer, lavar y secar. Cuando se pone seca, cortar con tijeras y echar al agua y cocinar con bastante candela. Limpiar luego…Nos fuimos quedando tres personas, y al final quedé solo.

La intermitente presencia de Laura a causa de sus viajes impulsaron a Sheroanawe a comprometerse más en la continuidad del desarrollo de la idea, hasta liderizarlo: “Sin la visión de Sheroanawe y su mamá, el proyecto estaba destinado a desaparecer. Para mí, el que Sheroanawe compartiera sus preocupaciones fue un voto de confianza importante que cimentó no solo el futuro del proyecto, sino nuestra amistad. Es así cómo nació Yanomami Owë Mamotima”, refiere para Estilo, Laura Anderson Barbata, quien considera al artista como un hermano.
Luego de un intento fallido con algodón, la hoja en blanco de aquellas obras artesanales a base de fibras nativas como el shiki, kuathasi, la fibra de plátano, la abaca, combinados con papel reciclado, abrió paso a la creación del libro Shapono (1990), pintado con tintas vegetales.
“Durante este tiempo, la comunidad estaba construyendo un nuevo Shapono, su vivienda comunal en forma circular, y por ello se decidió que Shapono era el tema apropiado para el contenido del primer libro”.
Laura Anderson Barbata



El proyecto fue auspiciado por CONACULTA – FONCA, México. Video cortesía de Fundación Mercantil Arte y Cultura
Esta publicación se puede considerar la primera narrativa realizada por los propios yanomamis de sus leyendas, y no por un nape. Luego vino Iwariwë (La historia de fuego, 2011) sumándose a la iniciativa el profesor Álvaro González del Instituto de Estudios Avanzados IDEA, publicación que fue exhibida en 2012 en la Universidad de Massachussets de Boston y en los espacios de la extensión de la Universidad Autónoma de México en Chicago. La versión escrita por Sheroanawe Hakihiiwe y Elías Yakirahiwë fue llevaba en 2013 al Museo de Las Américas, en Puerto Rico.

Foto: Prensa Consulado de Venezuela en Chicago
Shapono, recibió en el año 2000 el Premio al Mejor Libro (categoría Artesanal) del Centro Nacional del Libro en Venezuela. De 50 ejemplares que se realizaron, uno se encuentra en la colección Mercantil Arte y Cultura, y otros están resguardados en las bibliotecas del Congreso de los Estados Unidos de América de Washington D.C., Stanford University en California, Columbia College de Chicago y Princeton University en New Jersey, además de otros coleccionistas privados. El proyecto Yanomami Owë Mamotima (El arte yanomami de hacer papel) se exhibió por primera vez en el Museo de Bellas Artes, en 2004. Hoy por hoy, Sheroanawe persiste en desarrollar un taller que permita darle continuidad a esta actividad.
Del hacer al pintar
Cuando comencé a hacer papel artesanal usaba tintas naturales de onoto, hojas, de frutas, todo eso. Pero no era bueno, porque con 15 días se ponía malo, le salía hongo. No era bueno para pintar.
Sheroanawe Hakihiiwe establece en el año 2002 su propio taller para la producción de papel, comienza a explorar en las diferentes fibras que puede utilizar y al mismo tiempo experimenta con los pigmentos naturales. A partir de ese momento, inicia la recopilación de los dibujos tradicionales con la asesoría de su madre. Despues de probar con tintas naturales pasó a las acuarelas por poco tiempo (2004), y finalmente encontró en el acrílico la textura y el trazo necesario.
Pinto con pincel, y también con el palito. El problema mío es que me concentro mucho, y olvido meter el pincel en el agua. Cuando se pone duro, no importa, porque tomo el palito y sigo pintando.
Actualmente, sus soportes no son exclusivamente a base de papel artesanal elaborado por él mismo. Hay una selección de papeles de algodón de distintos países, adquiridos por su calidad, y también ha recurrido a telas de lienzo. También ha hecho grabados y monotipos que le permiten redimensionar su obra.


Su primera exposición individual fue Õni Thë Pë Komi en la galería Oficina #1, en el 2010. Fotos Luis Romero.
El vínculo con el artista plástico, curador y galerista Luis Romero existe desde el comienzo de la carrera de Hakihiiwe, cuando Laura Anderson lo contacta para que los apoye con una residencia de artista conjunta en la Fundación La Llama, que él dirigía (fue una de las primeras iniciativas en Venezuela de experiencias de intercambio artístico). Para entonces (2004), Hakihiiwe ya comenzaba a ser una referencia del arte indígena pero se podría decir que el encuentro de ambos sería determinante para su futura proyección internacional.
Luis Romero organiza la primera individual del artista yanomami en la ya desaparecida galería Oficina #1 Õni Thë Pë Komi (Todos los dibujos están terminados, 2010), con acuarelas en papel de fibra, y hasta la fecha la Galería Abra, que dirije junto con Melina Fernández, lo sigue representando.

De Pori Pori al mundo
Cuando Sheroanawe Hakihiiwe está en su hogar cumple las mismas funciones que cualquier hombre de la comunidad. Sale a sus labores de recolección, pesca y caza, pero también permanece como un observador de su entorno. Al regresar conversa con el chamán sobre aquello que le ha causado dudas o curiosidad. Entonces, toma el cuaderno y dibuja a lápiz los bocetos, que luego trae a Caracas.


Explica Romero que son centenares de propuestas, muchas de las cuales se van quedando rezagadas por falta de tiempo para ejecutarlas. Se analiza el formato que más le conviene y se hace la selección de papeles. Las telas le permiten trabajar en formatos más grandes. Pero el artista siempre es exigente con su soporte y es quien tiene la última palabra. Una obra puede variar dependiendo del papel. No es lo mismo un papel de caña de azúcar blanqueado, que otro rústico o semi tratado.
Antes yo cazaba. Cazaba báquiros, chiguires, babas, lo que sea que saliera y se moviera lo mataba y lo llevaba a mi mujer. Si yo no llevo ni culebra ni araña mona, que es buena para el sueño, que salen del camino, mi mujer me reclama. Tú eres muy mal cazador, me dice y se da media vuelta. Entonces le muestro lo que traigo y se pone feliz.
En estos últimos cuatro años, la presencia internacional de Sheroanawe ha sido exponencial. En 2018 fue artista invitado a la XII Bienal de Shanghai y estuvo presente en una colectiva en Colombia. En 2019 se presenta en la Bienal de Berlín, donde vuelve al año siguiente; y en Argentina se le organiza una individual, también su obra se incluye en exposiciones grupales en Francia, Inglaterra y España. En 2020 estuvo en Hong Kong.
Tan sólo en 2022, sus pinturas estuvieron presentes en la Trienal de Kathmandú (Nepal), en la Feria Arco en Madrid, en alianza con la galería catalana Ana Mas (espacio que acogió su primera exposición individual en España); en la Bienal de Sydney; en el Spark Art Fair Viena; en la Bienal de Venecia, y en la galería Fortes D’Aloia & Gabriel, en Río de Janeiro. También su obra ingresó al Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, MALBA, con una serie de acrílico sobre papel de bagazo de caña que representa a los árboles y frutos que provienen de la selva. Y el MoMA adquirió ocho piezas para su colección y se prevé que represente a Venezuela este año en su principal exposición de artistas latinoamericanos.
La Amazonía según Sheroanawe Hakihiiwe ha podido ser vista y resguardada en colecciones desde Chile hasta Hong Kong y en su caso no es lugar común decir que con sus sencillos trazos le ha llegado a dar la vuelta al mundo.


Foto Ana Mas Projects



Cortesía © Foto: Haupt & Binder, Universes in Universe.
Le pregunto, qué sueña con pintar ahora, sobre todo después de haber visitado tantas ciudades.
Tengo que hacer todo de mi cultura. He visto este edificio en España [museo] y en Roma pude ver el Coliseo. Eso lo he visto y lo guardo para mí, pero yo seguiré hablando de las mismas cosas naturales de mi cultura. Yo no puedo hacer a Simón Bolívar con espada, no. Pero puedo hacer un murciélago, un bachaco…
Sheroanawe Hakihiiwe
Hakihiiwe está mostrando con orgullo la riqueza cultural de su pueblo y preserva los dibujos que se plasman en el cuerpo, en las flechas y en la cestería. Al mismo tiempo, está dejando un legado para luchar contra la amenaza latente de la desaparición de las culturas ancestrales. Por eso, en sus obras aborda, incluso, aquello que va más allá de lo posiblemente visible. Con sus conocimientos y memoria, puede trasladar desde el Amazonas el espíritu del shapono: un palo de madera sumamente resistente que se soporta sobre una base de telarañas pintadas en el suelo.
Elaborar la obra Parimi nahi (La casa eterna del chamán, 2022) implicó que debían utilizar las plumas blancas de un águila arpía que resaltan al tope del tronco. No podía ser otra, porque es una representación fiel de su cultura. Así como en Caracas tuvimos la posibilidad de contar con un objeto fundacional de la tradición yanomami, también los visitantes en la Bienal de Venecia pudieron disfrutar de similar experiencia. Sobre esto escribió Luis Romero:
“Titiri nahi (Casa del Chamán), un poste ritual preparado con gran solemnidad por el Chamán en donde reside su alma cuando entra en contacto con los espíritus (Hekura) e inicia un viaje que lo lleva a ver más allá de los confines de selva. Estos viajes le permiten ver el futuro y el pasado, estar omnipresente, hacerse de las fuerzas o características de animales simbólicos que los guían, y adquirir conocimientos para sanar las enfermedades. Esta obra, quizás, resume el equilibrio, la sabiduría y el respeto con que los yanomamis tratan a su amado territorio, Urihi, la selva”.
Luis Romero, Galería Abra Caracas



Este es el palo de la casa del chamán. A través de la red llegan los espíritus, puede ser en forma de animales. La madera de ese palo es muy fuerte y duradera, permanece en el tiempo. Es algo mítico.
Luis Romero, Galería Abra Caracas
A veces los espíritus también se manifiestan en las palmas que el artista dibuja, o en las revelaciones que el chamán confirma haber visto en sus sueños, como ocurre al narrar la historia de su cuadro Tope (Mostacillas, 2022). El misticismo viene acompañado de una historia que involucra a su esposa, Deyanira, quien lo acompañó a Caracas en 2021 y fueron a comprar las chaquiras para hacer collares. Una noche, ella le propuso que realizara una serie de topes. Y entonces el artista relata una historia que es ancestral, narrada por su abuelo:
“Hace tiempo en una comunidad, el jefe salía todos los días al monte a buscar comida, pero regresaba vacío. Al otro día otra vez salía mal. Otro día se fue caminando y caminando lejos. Tras tantos días de camino, descansó donde había un pozo de agua oscuro. Se quedó sentado, mirando alrededor y en el pozo había una cabecita saliendo. ¿Qué será eso? Tenía que sacarlo, porque no se veía. El señor pensó: voy a hacer flechitas. Agarró una cabeza y cuando se estaba secando vio que cambiaba de color marrón a un amarillo, a verde. Y empezó otra vez y se encontró igualito. Regresó muy tarde a la comunidad. Y al día siguiente, el jefe llamó a todos, Vengan, vengan. Cuando vieron, las cabezas tenían diferentes colores. Y llegó el Chamán y dijo, yo lo vi en mis sueños. Y preguntaron ¿dónde era eso? Por allá, muy lejos. Y fueron todos a buscar más para usar…”.









Exhibición Parimi Nahi, 2022. Vistas de sala y obras. Fotos de María Teresa Hamon, cortesía de Galería Abra Caracas.
Sheroanawe también ha ido muy lejos, pero en lugar de traer la mostacilla a su comunidad, ha sido el portador de sus tradiciones en sus coloridas obras. Rinde honor al espacio familiar que le circunda en los títulos de sus obras y de las exposiciones, como por ejemplo, Thororo nasipe re u no wawe wawe (La laguna donde cantan los sapos), en su individual en la Galería Elba Benítez, en Madrid (2022); Watori (viento) como se llamó la primera exposición monográfica que se le realizó al artista en España, con obras de 2015 a 2020, con la colaboración de Ana Mas Projects (2021); Urihi Teri (El lugar de la selva) otra individual realizada en Kunsthalle Lissabon, Portugal (2021), Porerimou (Viajar como espíritu invisible), su segunda individual en Oficina #1 (2013), Ahete ha yamaki rariprou (Cuando estamos cerca todos gritamos juntos) en Cecilia Brunson Projects en Londres (Octubre-Noviembre 2022).




Después de haber recorrido el mundo, y volver a su tierra, Sheroanawe se reúne con su gente, narra sus experiencias, y avanza en sus futuros proyectos. Tiene en mente rescatar la cestería y seguir enseñando la elaboración de papel artesanal en comunidades vecinas, retomar el proyecto que le abrió paso a su expresión artística, que hizo pausa tras un accidente.
Mi familia me ayudaba a buscar leña, a buscar agua y cocer la fibra. Se blanqueaba la fibra con ceniza y con limón se limpiaba. Y luego una máquina trituraba y ponía la pulpa. Un día, mis sobrinos jugando prendieron la candela y se quemó todo, y dejé de hacer papel por mucho tiempo.
Mientras recupera ese proyecto con otras comunidades y en lugar más seguro, la agenda de Sheroanawe Hakihiiwe sigue ampliándose a nuevos horizontes. Esta nota sale a pocos días de ser inaugurada la colectiva The Yanomami Struggle, organizada conjuntamente por la Fundación Cartier para el Arte Contemporánero y The Shed, en Nueva York. La selva amazónica, su magia y espiritualidad seguirá viajando a través de las obras de este artista yanomami, que no ha hecho más que hacer honor a sus orígenes.

Inger Pedreáñez es periodista (UCV), fotógrafa, poeta. Profesora de periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello. IG: @ingervpr.
MÁs sobre Sheroanawë Hakihiiwë
Algunos Premios Y reconocimientos
2021 – Artista de Proyección Internacional de AICA -Venezuela
2019 – Premio illy SustainArt, Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, Madrid, ES. Refresh Orinox de Artíssima
2018 – Artista invitado a la XII Bienal de Shanghai, Museo Power Station of Art, Shanghai, CN
2012 – Primer Premio de la Bienal Internacional de Artes Indígenas de Conaculta México DF, MX
2000 – Shapono, Mejor Libro, Centro Nacional del Libro de Venezuela, VE
Sheroanawe Hakihiiwe: Nuestras historias nos hablan de donde venimos. Laescuela.art
Página de Hakihiiwe en la Galería Malborough en Nueva York
Obras de Hakihiiwë en el Museo Británico
Piel y papel, pasado y presente – Hakihiiwe en el Museo de Denver
Video de la galería Fortes D’Aloia & Gabriel
Entre las orugas y las líneas de Sheroanawe Hakihiiwe – periódico El Nacional