El infatigable Jimmy Alcock

Publicado por 3:30 pm Arquitectura • 9 Comentarios

por Rafael Febres-Cordero

Las fotos, croquis, bocetos y planos, a menos que se indique lo contrario, son cortesía de Frank y Jimmy Alcock.

1. El Poliedro

Autor de algunos de los edificios más icónicos de Caracas, Jimmy Alcock cumple 90 años reflexionando sobre los principios que rigen a lo que en múltiples oportunidades ha llamado su religión, la arquitectura.

Hay pocos sitios en Caracas que traen tan buenos y nostálgicos recuerdos como es el caso del Poliedro. Durante los años 80 y 90 tuvimos la fortuna de ver a los artistas y grupos musicales más reconocidos en el mundo: Freddie Mercury con Queen, Sting y Police; Celia Cruz y los mejores de la salsa con la Fania All Stars; Soda Stereo y hasta a Michael Jackson con los Jackson 5. Era la época de estudiantes, que nos permitía ir a la playa, hacer alguna pasantía laboral, ir a fiestecitas y oír música. No mucho más ocupaba nuestros días. La música abarcaba un porcentaje nada despreciable en nuestras vidas.

Llegar al lugar y ver desde lejos aquella cúpula gigantesca era emocionante, el preámbulo de un súper espectáculo; no había un sitio igual en la ciudad, ni en Venezuela. Acercarnos al Poliedro, mientras descubríamos sus detalles nos iba transportando a otra atmósfera. Aquel domo de aluminio parecía el laboratorio espacial de una película, un inmenso panal blanco, la tapa de una gran esfera o cualquier cosa distinta a lo usual.

El Poliedro de Caracas. Foto cortesía Fundación Arquitectura y ciudad.

El Poliedro, posado en la tierra con sus muy esbeltas varas de aluminio, como las raíces del enjambre geométrico que lo cubre, parecía haber llegado del futuro, y hoy cuarenta años después, lo sigue pareciendo. El interior del edificio no dejaba de fascinarnos. La gran cúpula esférica se veía desde todos los asientos como la versión moderna de aquellas cúpulas de las iglesias clásicas, pero armada con tubulares que forman hexágonos. La misma figura utilizada por Gian Lorenzo Bernini en 1670, en la cúpula de la iglesia Sant’Andrea al Quirinale.

Nuestra moderna sala de conciertos adquirió su propia personalidad, los hexágonos constituyeron su imagen, venían impresos en los posters y tickets, no fueron un recurso estético como los utilizó aquel arquitecto del barroco, sino el módulo básico de su interesante tipología estructural: el domo geodésico. Una cubierta majestuosa, con que el arquitecto cubrió este espacio que recordamos con placer y renovado asombro.

Construcción del Poliedro de Caracas. Cortesía de El Nacional. Foto: Luis Noguera, 1974.
“La Olla” de El Poliedro de Caracas, 2016. Foto cortesía artista Víctor Manuelle.

Jimmy Alcock recibió el encargo del propio Presidente de la República, quien le pidió además proyectar en el sitio una sala de exposiciones y un hotel. Era el año 1972, y todo debía estar terminado en dos años. El arquitecto estaba obligado a emprender el encargo con una estrategia que le permitiera concluir con éxito: concentrarse en la ejecución de uno solo de los tres edificios que el presidente le pedía. “El presidente Caldera me dejó hacer lo que quisiera”. Concibió el proyecto en tres grandes partidas, de manera que pudieran construirse de forma simultánea y por equipos distintos, las varias partes del edificio: la cubierta, las estructuras de las graderías y los asientos, cerramientos e instalaciones.

En el lugar se inició la construcción de la parte inferior con estructuras de concreto y vigas prefabricadas para 13.500 asientos y espacios internos; paralelamente, el arquitecto seleccionó en los Estados Unidos a la empresa que hizo la otra parte, la gran cúpula. Fueron discípulos del arquitecto Buckminster Fuller, un célebre precursor de los domos geodésicos, quienes la fabricaron con elementos de aluminio mientras en Caracas avanzaban las obras.

Jimmy Alcock en la obra de El Poliedro.

“Cada dos semanas yo tenía que ir a Carolina del Norte. Y me salió de maravilla, porque mientras estaba construyendo aquí la parte inferior, después como un mecano, vinieron todas las piezas del techo, desarmadas en aviones para hacer el armado aquí.”

También los asientos se hicieron con alta tecnología: “Me di cuenta que allá los jóvenes saltaban sobre las sillas en los conciertos y destrozaban todo. Fui a una fábrica al norte de Estados Unidos donde tenían un banco de pruebas para las sillas, a las que les dejaban caer un saco de arena innumerables veces hasta que se desbaratara, recuérdate que en los conciertos de rock se vuelven locos.”

2. El llamado del trópico

Estas líneas son el resultado de mi encuentro con el maestro Jimmy Alcock en su casa, donde sostuvimos una larga entrevista llena de detalles, pero sobre todo profunda, al acercarse constantemente con sus palabras a la esencia de nuestra profesión. La arquitectura tiene como columna la creatividad, un tema al que le ha dedicado muchas horas de su vida, a ese proceso interno que en su caso, ha dado como resultado las magníficas obras que le conocemos. A esto y a algunas de las experiencias que lo hicieron arquitecto dedicaré mi mejor esfuerzo, para tratar de dejar aquí el testimonio de aquella extraordinaria conversación con el maestro.

Jimmy Alcock vive en un bosque frondoso, exuberante, donde proyectó su casa hace 60 años. La construyó pidiendo un crédito bancario que le exigía tener el proyecto en tres semanas. Hizo que el verdor de aquel lugar fuese parte del interior, colocando cristal en todos los cerramientos al exterior.  Seguramente ha sido el mejor entorno para la mente inquieta de quien se declara “jardinero”, un oficio alterno al de arquitecto y paisajista, que le sirve de ritual y de taller a un creador de espacios muy humanos.

Croquis original de la Casa Alcock. Exhibido en su momento en la exposición
Latin America in Construction: Architecture 1955–1980. MoMa, 2015.

Mi inquietud es saber como comienza todo, qué lleva a un muchacho salido del colegio a convertirse, poco a poco, en un notable arquitecto.

Mira esto sale de la nada, esto no tiene explicación, yo no sabía lo que iba hacer, ni sé lo que voy a hacer. Cuando yo tenía 12 años mi papá nos mandó [a su hermano y a él] a estudiar internos a un colegio en Inglaterra, eso fue después de la guerra. ¡Fue durísimo! Ya después de nueve años empecé a estudiar matemáticas en un politécnico, no sé ni por qué ni para qué lo hice. Y además tenía tendencia hacia la química, y me pregunté ¿y que hago yo en la química? Pero en un momento dado me di cuenta de que no dejaba de soñar con el trópico, el trópico me obligó a regresar. Le dije a mi papá: yo me voy para Venezuela, y el me preguntó ¿cuándo te quieres ir?; le respondí, lo más pronto posible.”

De Inglaterra, en donde ya había aprendido a representar el paisaje, se trajo unos cuadernos llenos de sus primeros dibujos y comenzó a estudiar en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela en 1953. Los que conocemos esa Facultad, sabemos que fue la época donde enseñaban insignes arquitectos como Carlos Guinand Sandoz[1], Carlos Raúl Villanueva, Augusto Tobito, discípulo de Le Corbusier, Tomás Sanabria, Martín Vegas, José Miguel Galia, Julián Ferris, Willy Ossot[2], Charles Ventrillon[3].

Desde muy temprano nos damos cuenta de que, después de las enseñanzas que nos dejan las aulas, cada quien debe hacerse en la profesión, manteniendo el entusiasmo por descubrir, aprendiendo constantemente y con detenida observación las muchas caras del oficio. El arquitecto me lo reafirmó en distintos momentos de nuestro encuentro.

Jimmy Alcock en su casa. Fotos de Edwin Corona Ramos. Cortesía de VAEA.

“Yo pienso que yo me hice, con mucha ayuda. Uno es el que se forma, uno es el que se hace.”

Jimmy Alcock

Ese empuje fue clave en sus comienzos universitarios: “Había profesores malos, pero había compañeros que tenían mucha mística como yo. A mis compañeros y a mí nos movía la mística, competíamos para hacer el mejor proyecto.”

Tan ejemplares fueron para él sus primeros años de aprendizaje que hoy, después de más de seis décadas, los recuerda con nitidez. En la Facultad de aquella época:

El decano era Willy Ossot, él nos daba geometría descriptiva, que era la materia más difícil y más dura, y que detesté. Le teníamos terror, porque además si no llegabas a las siete te cerraban la puerta. Y esa fue la primera lección de disciplina, de rigor.”

Algo del rigor de aquellos años se ha perdido en la actualidad, sin embargo, en la facultad de arquitectura la disciplina sigue siendo un valor constante. Pero sigamos con el alumno Alcock: “Era muy divertido, por ejemplo, Julián Ferris, antes de ser decano fue profesor, y todos los miércoles ponía un “esquicio de diseño” que empezaba a las ocho de la mañana y terminaba a las seis de la tarde. Recuerdo que una vez, era época de carnaval, nos puso como tema una carroza de carnaval. Te advierto era un tremendo ejercicio, era el más divertido de todos. A las seis de la tarde, de los 24 trabajos, sacó el mío dibujado en una hoja grande y dirigiéndose a toda la clase dijo: ‘este es el mejor de todos, pero tiene cero, porque la arquitectura es planta, fachadas y cortes.Yo había representado al Hospital Clínico Universitario de Villanueva, con unos fantasmitas que tenían tubos de pintura que la arrojaban sobre el edificio, hice una perspectiva. Julián dijo aquello y lo detesté. Claro que después fuimos muy amigos, pero él no tenía por qué haber hecho eso, porque estábamos en tercero o cuarto semestre. No me debía poner cero tampoco, porque la arquitectura son ideas también y él ya había dicho que era la mejor idea. Pero bueno, esas son lecciones; te digo una cosa, cada vez que yo corrijo en la universidad uso las mismas palabras de Julián: ¡quiero ver plantas! ¡quiero ver cortes! ¡quiero ver posición en el terreno!”

Alcock recibiendo su título de Arquitecto de la mano del presidente Rómulo Betancourt.

 En aquella facultad rigurosa, de profesores severos e influenciada por la obra de Le Corbusier, “un latino con su mentalidad sensual buscando formas”, termina sus estudios de arquitectura.

“A mí me adoctrinaron con Le Corbusier [Charles-Édouard Jeanneret, Suiza 1887, Francia 1965] en la facultad de arquitectura, al igual que a toda América, no te lo puedes sacudir.”

Sin embargo, los aprendizajes posteriores le hicieron ver, que hacer y crear arquitectura no es sólo buscar formas como fin último, es mucho más complejo y por ello la aproximación al diseño tiene que ir más allá que la simple búsqueda estética.

“Yo me equivocaba cuando me dieron la asignación de un centro comercial. Entonces yo me ponía a buscar algo que llamara la atención, y la arquitectura no es para llamar la atención.”

Esta frase es muy oportuna en los días actuales pues pareciera que los edificios se valoran más por su capacidad de impresionar que por los espacios que crean o la eficiencia de su funcionamiento. La arquitectura es compleja, porque soluciona múltiples aspectos, un buen edificio es un organismo completo. “Yo gastaba rollos y rollos buscando lo que no es, estaba buscando formas y no soluciones ni creación arquitectónica.” A esa formación profunda, que no hace sino empezar en la facultad y que parece que nunca termina, nos referiremos más adelante gracias a la frescura de sus recuerdos y a los apuntes, referencias y citas que Alcock sigue recabando como el eterno alumno.

Jimmy Alcock con su sobrino Frank Alcock San Román, también arquitecto y su socio desde 1988.

“Yo he aprendido que todas las cosas que uno ve hay que analizarlas, y cuando se llega a conclusiones en ese análisis uno anota, porque esa conclusión no es final, a través de los años vas cambiando los conceptos y las ideas, y lo que te parece bueno en una época, no lo es en otra…”

3. El inicio profesional, sus maestros

Cuando se conversa con un arquitecto como Alcock, profesor universitario, Premio Nacional de Arquitectura y galardonado en varias ocasiones[4], uno se pregunta ¿cómo llegó a ser lo que es hoy? ¿qué caracterizó ese proceso formativo que fue evolucionando desde lo más elemental? La conclusión es que se trata de un trabajo de muy largo aliento, que requiere de constancia en el transcurso de las varias etapas que construyen una vida profesional. Yo traté de llevarlo a sus inicios: ¿Quiénes le enseñaron el oficio? ¿A quién vio hacer arquitectura, plantear una casa, resolver un estacionamiento?

“¡¡A Galia!! [José Miguel Galia, Argentina 1919 – Caracas, 2009], el primer trabajo que hicimos fueron unos locales allá en el Centro de Caracas de 35 m² cada uno, el planteamiento lo inició Galia. Esa fue la primera lección, estaba yo recién graduado. De ahí en adelante Galia me formó. Él me puso en la onda, yo le debo a Galia mi formación, no a la universidad.”

Edificio Comercial, ubicado entre las esquinas de Principal y Santa Capilla, Caracas, proyectado por Galia-Alcock, Arquitectos Asociados. Fuente y fotografía: Fundación arquitectura y ciudad

El primer empleo de Alcock como arquitecto fue en la oficina de Vegas & Galia, sus profesores, quienes fueron también dos de nuestros mejores arquitectos, autores de la Torre Polar (1954), el Hotel Bella Vista en Porlamar (1955), el Banco Metropolitano (1957), la Casa Monagas (1956), el concesionario Angloven (1956). A esos primeros jefes se refiere con admiración: “Martín [Martín Vegas, Caracas 1926 – 2012] era el mejor crítico que te puedes imaginar, cuando te decía una cosa te clavaba un puñal, yo nunca he visto nada igual, porque no humillaba, pero te ponía a pensar. No te decía pistoladas, lo que decía había que oírlo. Y Galia me aconsejaba: cuando venga Martín óyelo, porque te va a dar en el clavo.”

Allí empezó el largo recorrido de hacerse arquitecto. Estudiando a los grandes, anotando sus frases, visitando obras en todo el mundo y revisitándolas en los libros de su biblioteca. Se pone de pie y busca un tomo de cierto tamaño: las “Grandes composiciones” del diseño arquitectónico, urbano y paisajístico. Me muestra detalladamente la Villa Adriana en Tívoli; los Jardines de Versalles por Le Notre (André Le Notre, Paris 1613 -1700); la plaza del Capitolio en Roma por Miguel Angel Buonarotti; la plaza San Marcos en Venecia; la Alhambra en Granada y varios más. Se detiene en una de estas imágenes para recorrer con el dedo el eje urbano que une el Castell Sant’Angelo con la plaza del Vaticano y su doble columnata, para terminar adentro de la Basílica de San Pedro, en el sitio donde reposa el Santo bajo el Baldaquino que, al igual que la plaza, también diseñó Bernini.

“La magnitud de las columnas, el manejo de la escala, ¡¡es toda una secuencia arquitectónica!! ese es el gran problema de las grandes composiciones. Le Notre era un maestro en eso porque sabía trabajar con planos, e incorporaba el agua, pero la visión de él, era al infinito basándose mucho en ejes, manejaba las sensaciones. Son enseñanzas que son parte de tu formación”.

Al pasar las láminas de aquel enorme libro sobre obras antiguas, aparece un pequeño papelito escrito a mano por él donde se leía: “Ver libro The Roman Empire, Foro de Trajano, p. 130,131”, era una llamada suya desde este libro a otro, para complementar la información del primero, una especie de “link” en ese “internet” particular que forma su biblioteca. No olvidemos que fue hace poco más de 20 años cuando tuvimos el internet en nuestras casas. Antes de eso, las referencias eran nuestros libros, las revistas compradas y las visitas a bibliotecas. Tener una decente colección de libros era indispensable para quien aspiraba ser buen arquitecto.

Mediante experiencias vividas, viajes, libros y sobre todo en sus cuadernos donde anota las frases de arquitectos, artistas y personajes notables, Alcock sigue estudiando y entendiendo la práctica de la arquitectura. “Yo estoy todo el tiempo buscando cosas, tengo cantidades de apuntes, tengo un libro, tres carpetas de citas de todo tipo de gente, ¡te caes para atrás! y son tres carpetas gruesas, hay de todo.”

4. “La creatividad hay que ejercitarla”

Siempre hace referencia a la creatividad, a ese proceso creativo fuente de donde surgen las obras. Por ello se ha dedicado a entender la experiencia creadora de otros no arquitectos, como el músico Miles Davis. ¿Y cómo están conectados un jazzista y un arquitecto? ¿o un pintor? “El jazz es una cuestión de improvisación. El grupo de seis músicos guiados por Miles no ensayaba, ellos tramaban, era todo improvisación, sorpresa, era lo que salía en el momento.”

“La creatividad es donde está el dilema de todos los arquitectos, y a la creatividad tienes que buscarla, tienes que ejercitarla todo el tiempo.”

Jimmy Alcock

Alcock me hace varias referencias al trabajo de artistas, que al igual que los arquitectos son creadores. Describe sus procesos, como buscando lo aplicable a su profesión. “Yo vi 64 de esos dibujos, [de Henry Matisse] esa búsqueda de colores y sombras, donde hay sólo una mujer con una luz y donde el pintor busca jugar con las formas y con manchas hace variantes, ¡¡y hace 64!!”

Para llegar a un buen resultado el proceso creativo es largo, pasa por ver los primeros intentos, cambiarlos, desechar mucho, madurar y volver a dibujar, y es así como el resultado, al igual que la piedra bruta del escultor, va llegando a ser aceptable. Nuestro oficio no escapa de este proceso, todo lo contrario, se fragua en él, por ello usar el lápiz y el papel es una práctica que hay que mantener vigente, porque es la interacción entre la mente y la realidad en el papel, es la rapidez y capacidad de cambio instantánea la que cuenta, algo que en la computadora se hace difícil. Con esa idea en mente, le pregunto al arquitecto:

¿Y viendo que para usted el dibujo es tan importante qué piensa de la formación de los arquitectos, hoy día, cuando vemos que los alumnos no cultivan sus habilidades de dibujo ni se les exige y están volcados al computador como el instrumento dentro del proceso creativo?

“¡Fatal! Se pierde mucho durante el proceso creativo cuando la herramienta es una computadora. La creatividad viene, tal cual como dice Matisse, del cerebro a la mano, el cerebro es quien la guía y de ahí la creación.”

Acto seguido toma un cuaderno de notas, le pregunto si son suyas, a lo que me responde que son notas de gente inteligente. Escoge una cita en inglés de Mies [Ludwig Mies van der Rohe, Alemania 1886, EUA 1969] y la lee para complementar su respuesta “the sketch, the idea put on paper, has almost become synonim with the creative act [el croquis, la idea puesta en papel casi ha llegado a ser sinónimo con el acto creativo].”

5. el oficio de un curioso infatigable

Pocos profesionales se refieren a la práctica de su especialidad como una “religión”. Ejercer la arquitectura implica una actitud interior, ritos constantes que se llevan a cada lugar; como, por ejemplo, observar atentamente los detalles que a otros pasan desapercibidos y que, como eternos examinadores, nos lleva a detenernos en las partes, las estructuras, los techos, pisos y paredes. Como si olfateáramos con la vista ideas y maneras de construir.

“La arquitectura es mi religión”.

Jimmy Alcock

Esa actitud de entrega, a la que el maestro Alcock se refiere cuando habla de religión, implica también volver siempre a los libros con proyectos de otros, a sus conceptos y planteamientos espaciales y funcionales, y como él mismo hace, colocar en ellos marcalibros, llamadas, notas manuscritas, para aprehender sus enseñanzas, recordarlas y que sirvan de referencia cuando se nos encarga la tarea de diseñar.

Está claro que su visión de la arquitectura y su entrega le ha llevado a buscar la profundidad necesaria para entenderla, sabiendo que no se trata solamente de establecer procedimientos o aplicar formulas y técnicas, sino de la interpretación del fenómeno humano, del quehacer del hombre, de su mentalidad, su actualidad y también de su historia. El maestro Villanueva lo expresó de esta manera: “La Arquitectura acto social por excelencia, arte utilitario, como proyección de la vida misma, ligada a problemas económicos y sociales y no únicamente a normas estéticas. (…) Para ella, la forma no es lo más importante: su principal misión: resolver hechos humanos”.

Creo que es precisamente por lo anterior que Alcock comenta: “tomar decisiones en diseño y en arquitectura es muy complejo”. Aprovecho esta afirmación para expresarle que pareciera haber una ignorancia generalizada en relación a la esencia y complejidad del trabajo del arquitecto, y le pregunto qué piensa de eso, a lo cual contesta riendo:

Muy fácil, nadie entiende la arquitectura, ni los mismos arquitectos.

Sus excelentes edificios son la muestra de haber llegado a comprender este oficio, y el reconocimiento que estos han recibido es, a la vez, la mayor recompensa que se puede tener como arquitecto. Ha diseñado lugares que no sólo cumplen su función y que son fáciles de entender y recorrer, sino que transmiten las más agradables sensaciones.

¿Qué es lo que hacemos nosotros en arquitectura?
Transmitir sensaciones. Nuestras sensaciones, las mías a la gente. Tú tienes que tratar de hacer eso, tienes que hacer búsqueda y luchar para transmitir algo. A veces no lo logras.”

Jimmy Alcock

Es el caso del edificio de viviendas Altolar (1967) en la urbanización colinas de Bello Monte de Caracas, con sus pasillos colgantes que recorren su atrio jardín, o la sencillez de Paseo Las Mercedes (1974), donde se estaciona cómodamente, se sabe dónde ir y cómo regresar sin perderse, o también el caso de uno de los hoteles que recuerdo con más placer por la calidad de sus espacios, el Hotel Hilton de Barquisimeto (1982), hoy en día rebautizado como Hotel Jira Jara.

Fachada de Altolar. Arquitecto Jimmy Alcock.

Corte y planta del Edificio Altolar. Arquitecto Jimmy Alcock.

Isometría realizada por Francisco Benetti y Adriana Loaiza [5]. Maqueta del Edificio Altolar. Arquitecto Jimmy Alcock.

Fotos del Edificio Altolar. Arquitecto Jimmy Alcock. Fotos de Frank Alcock.

Fotos del Edificio Altolar. Arquitecto Jimmy Alcock.
Fuente de estas fotos: Gómez, Hannia. Araque, William Niño. (1992). Walter James Alcock, Obras y Proyectos 1959 – 1992.
(Pulsar las imágenes para verlas en mayor tamaño.)

Edificio Altolar, Arquitecto Jimmy Alcock, 1967. Foto Yajaira Paiva. Cortesía Guía de Caracas.

El arquitecto no es un diseñador de lugares para una élite o para los entendidos, es un servidor público que se debe a su comunidad y crea para ella. En el ámbito privado y familiar, Alcock ha dejado casas verdaderamente únicas, excepcionales por lo que se vive en ellas, con materiales tradicionales utilizados de forma novedosa y unas agradables relaciones espaciales entre lo íntimo, lo social y el exterior. Uno de sus primeros proyectos fue la suya, que ya hemos mencionado.

Cuando se recibe el encargo de hacer una casa singular, no es fácil, por sencillo que parezca, dar la calidez requerida a los espacios para la familia. Se trata de mantener la esencia de hogar sin caer en versiones cansadas de arquitectura vernácula o por el contrario en monumentalismos y estéticas más propias de instituciones que de hogares. Esto último muy visto recientemente en Caracas.

La casa ha sido uno de los temas donde Alcock nos muestra otro lado de su especial sensibilidad, proponiendo conceptos originales en espacios cálidos como en las casas Kavac y, San Pedro o La Ribereña, esta última premiada en 1993.

“La Ribereña es un ejemplo de destreza en el oficio y el manejo del ladrillo, donde se ve el peso del maestro artesano, del maestro obrero y del carpintero, orientados por el pragmatismo y el dominio constructivo de Alcock.”

Iván González Viso, Casa La Ribereña. Guía de Caracas.
Entrada de La Ribereña. Arquitecto Jimmy Alcock.

6. Alimentado por el país

En este recorrido por algunas etapas de su vida hablamos de esa Venezuela pionera conectada con el mundo, sabemos lo que esa frase significa contrastándola con la actualidad de nuestro país, que además acaba de pasar por el aislamiento que la pandemia impuso globalmente. El intercambio de entonces con el exterior, el movimiento de la economía y por tanto del trabajo, dispararon las iniciativas, las ideas y la creatividad. Aquella Venezuela efervescente y culturalmente activa fue el escenario que dio a Alcock los mejores aprendizajes. Nuestro país era “el millonario de América” y su arquitectura despuntaba entre la mejor del continente.

“Venezuela era un paraíso, ¡un deleite! … no hay nada como lo que fue Venezuela”

Un deleite de iniciativas, obras y creatividad. Salen a relucir nombres del mundo artístico de quienes aprendió mucho, Gego [Gertrud Goldschmidt, Hamburgo, 1912 – Caracas, 1994], con quien impartió clases de plástica en la Universidad Central. Miguel Arroyo Castillo [Caracas, 1920-2004], nuestro diseñador, ceramista y museógrafo, a quien recuerda como “el individuo que más sabía de arte, y era muy callado, muy inteligente. Para mí fue muy importante en mi formación, yo me formé con toda esa gente…“. Los recuerda como la generación que hizo a Venezuela en el arte.

“Necesitamos la mentalidad internacional de lo que está pasando en el mundo para comprender a Venezuela, aunque hoy en día estemos aislados… en los años 50, 60 y 70, aquella época, ¡era un empuje! Uno vive de las ideas de los otros, esas ideas se reparten, te influyen bien o mal, pero te influyen.”

No solo influye a las personas, también al colectivo y a su psique. Alcock refirió aquel entorno que lo estimuló positivamente como: “la mentalidad del país”. ¡Vaya que sí lo hizo! Su modestia no le permitió mencionar su sensibilidad y capacidad de trabajo, que lo llevaron a plasmar todo aquel aprendizaje en magníficas obras de arquitectura.

Proceso de diseño de la Casa Kavac, de los primeros croquis, siguiendo a las plantas y dibujos de fachada. Abajo espacios de la casa culminada. (Pulsar las imágenes para verlas en mayor tamaño.)

Fachada Casa Kavac. Arquitecto Jimmy Alcock.
Fachada de Casa Kavac. Foto de Gorka Dorronsoro.

Vistas de la Casa Kavac. Fotos de Gorka Dorronsoro y Frank Alcock. (Pulsar las imágenes para verlas en mayor tamaño.)

A las generaciones que nos ha tocado vivir también lo opuesto, sabemos que el país está hoy sumergido en un desánimo colectivo, donde todo parece aparcado y pospuesto, como a la espera. El filósofo español José Antonio Marina, expone muy claramente cómo las sociedades pueden ser o no inteligentes ante las situaciones que les toca vivir.[6] Con inteligencia, creo, comienzan a verse reacciones ante el desánimo, comienza a aflorar lo que siempre hemos sido, un país lleno de sensibilidad y creatividad. En la música, poesía, diseño y artes plásticas se siente otro aire, y en menor medida en la arquitectura, dependiente de una verdadera activación de la economía, un objetivo olvidado por quienes nos gobiernan hace más de 20 años.“Yo no tuve ese problema porque lo que tuve es irrepetible, fue un momento muy especial del país”.

En esta época, con mayor razón, la actitud inteligente es mantenerse creando, es proponer ideas y proyectos, primero por el propio bien, luego por el de todos.

Paseo Las Mercedes. Corte y vistas del interior. Arquitecto Jimmy Alcock. (Pulsar las imágenes para verlas en mayor tamaño.)

Casa San Pedro . Croquis y vista del jardín interior. Arquitecto Jimmy Alcock. (Pulsar las imágenes para verlas en mayor tamaño.)

Parque Cristal, Caracas . Planta, vista de patrón del piso interior y fachada. Arquitecto Jimmy Alcock.
(Pulsar las imágenes para verlas en mayor tamaño.)

Casa San Judas, Caracas . Planta, planta con techo, vista de la terraza y el interior. Arquitecto Jimmy Alcock.
Fotos de Frank Alcock y Ana Luisa Figueredo. (Pulsar las imágenes para verlas en mayor tamaño.)

7. No se termina de estudiar

Aunque posee ascendencia inglesa, Walter James Alcock es tan caraqueño como el que más, siempre vivió en este país que le dio todo y al cual retribuyó dedicándole su trabajo, sus ideas y sus enseñanzas. Continúa alimentándose del mundo, de la creatividad del hombre en las artes, la música y la historia. Cuando me cuenta que Luis XIV, el rey de Francia que concluyó el Palacio de Versalles en 1715, exigía que al levantarse estuviesen los criados, los miembros de la familia real, los príncipes, el médico, el cirujano, los oficiales de la corona, el gran chambelán, tantos que completaban más de 20 personas a su alrededor, yo quedo asombrado por aquella excentricidad, pero más aún por la memoria y mentalidad universal de un arquitecto que a su edad te dice “no se termina de estudiar”.

Desde la casa que proyectó hace ya 60 años, implantada “donde se pudiese ver El Ávila”, Alcock sigue practicando los “ritos” de su religión: diseñar e imaginar arquitectura, estudiar al hombre, sus procesos creativos, su historia y sus grandes obras. En la quietud de aquel lugar, donde los árboles crecidos ya no dejan ver el Ávila “el gran monumento”, me despido del arquitecto, del maestro, finalizando el recorrido por el bosque-jardín que cuida diariamente. Me voy gratificado, con la sensación de que mi mundo ha crecido. Al fondo la ciudad y su venerada montaña,

“Para mí es el altar mayor. La grandiosidad de Dios está allí. Él nos la puso allí”

Jimmy Alcock. Foto de Clarissa Alcock.

[1] Carlos Guinand Sandoz (Caracas 1889-1963), Arquitecto del Teatro Boyacá (1940), el Sanatorio El Algodonal (1950), el observatorio cagigal (1956), el planetario Humboldt (1961), los colegios San José de Tarbes en las Urbanizaciones El Paraíso (1957-1958) y La Florida (1961) y principal promotor de la creación del Parque del Este.

[2] Willy Ossott Machado (Caracas 1913-1975) Ingeniero y Arquitecto, Primer decano de la Facultad de Arquitectura de la UCV y uno de sus fundadores, Vicerrector de la UCV y en 1958 nombrado Ministro de Obras Públicas del Gobierno Provisional, Proyectó la Maternidad Concepción Palacios (1938), y el Grupo Escolar Agustín Aveledo (1952).

[3] Charles Ventrillon-Horber (París 1889-Caracas 1977), Fue un Notable Dibujante, Paisajista, Naturalista y Docente en nuestro país, medalla de Plata en el Salón de Artistas Franceses de París y en Venezuela Premio Arístides Rojas.

[4] Premio Nacional de Arquitectura, 1993; premio Metropolitano y premio de Vivienda Unifamiliar, 1987 Orden Francisco de Miranda en Primera Clase, 1993; es individuo de número XXXIV de la Academia Nacional de Ingeniería y del Hábitat de Venezuela.

[5] Taller Alcock. Un aporte a la museología de la arquitectura, fruto de le experiencia conjunta entre la Universidad José María Vargas y la Fundación Galería de Arte Nacional que recoge los dibujos y fotos de los modelos resultantes de dicho seminario dirigido por los profesores William Niño Araque, Ana María Marín, Rosita De Lisi y Joaquín Russo.

[6] José Antonio Marina, La inteligencia fracasada, Editorial Anagrama, 2004.

Rafael Febres-Cordero es arquitecto en ejercicio y profesor de diseño arquitectónico en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela.

Más sobre Alcock

Latin America in Construction: Architecture 1955–1980. MoMA

Jimmy Alcock en la Wikipedia

Casa Alcock en Hidden Architecture

Edificio Altolar en Hidden Architecture

Paseo Las Mercedes

¡Desde el Poliedro hasta Parque Cristal! Jimmy Alcock, el arquitecto venezolano que llena Caracas de obras de arte. Revista Ocean Drive

Jimmy Alcock: «Quiero que Caracas sea una gran ciudad» Revista Entrerayas

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