Saberes y rituales etnográficos, artistas viajeros, reconstrucciones del Cosmos

Los invitados al Premio Luis Ángel Duque

Por María Luz Cárdenas

El 10 de junio clausuró la exhibición 30 Artistas + 9, dedicada a los treinta participantes a optar al I Premio de arte contemporáneo Luis Ángel Duque y a nueve invitados especiales quienes a lo largo de su trayectoria han abordado los temas propuestos para la convocatoria. En este texto María Luz Cárdenas recorre las obras presentadas en la sala dos de la Galería Freites.

La sección de artistas invitados en el Premio de arte contemporáneo Luis Ángel Duque, abarca un grupo de creadores cuya obra se inscribe en las temáticas de interés de la exposición: dimensiones del cosmos, mapas y diarios de viaje, cartografías posibles e imposibles, recorridos, la construcción del conocimiento de los saberes y los ritos de las etnias venezolanas, las variaciones del paisaje, los recorridos viajeros, la representación de la naturaleza y el Cosmos, o los entornos ecológicos. Bárbara Brändli, Antonio Briceño, Víctor Julio González, Beatriz Grau, Sheroanawe Hakihiiwe, Víctor Hugo Irazábal, Pancho Quilici, Luis Romero y Thea Segall, dan cuenta de la fuerza estética y la profundidad de investigación que caracteriza la creación venezolana.

Thea Segall, Bárbara Brändli, Beatriz Grau, Víctor Julio González, Pancho Quilici, Antonio Quintero, Víctor Hugo Irazábal, Luis Romero (Foto: Lisbeth Salas) y Sheroanawe Hakihiiwe.

En el área de construcción de saberes y ritos de las etnias venezolanas, Thea Segall y Bárbara Brändli constituyen dos figuras esenciales que, más allá de la fotografía, establecieron caminos desde la antropología, aportando nuevas definiciones estéticas en la creación venezolana. De Brändli (Suiza, 1932–Caracas, 2011) contamos con una selección de las imágenes de la publicación los Hijos de la Luna, que despliega sus preocupaciones en la investigación de las distintas etnias y pueblos de Venezuela. Conforma un excelente documento visual que realza los detalles de la vida, las creencias, los ritos y el desenvolvimiento de las etnias makiritare, sanemá y yanomami. Allí se determina un enfoque inédito sobre el tema, que ha llegado a ser motivo de culto para los especialistas.

Thea Segall. La curiara. Fotosecuencia, Circa 1969. Colección C&FE.

Segall (Rumania, 1929–Caracas, 2009) desarrolló un lenguaje testimonial, a través de fotosecuencias, de los pueblos originarios venezolanos: costumbres, rituales, modos de vida –la elaboración de una curiara, de un tambor, del casabe, de alfarería o de la arepa. En esta exposición se presentan nueve piezas de las quince que forman la fotosecuencia de la fabricación de la curiara. En ellas se impone un ritmo narrativo que retrata las costumbres de la etnia y colocan a nuestras tradiciones culturales en el centro de la imagen. En Segall y Brändli sobresale la calidad y nitidez de la imagen. Ambas consignaron importantes aportes a la construcción de la visualidad antropológica, etnográfica y a la calidad estética de la fotografía.

Barbara Brändli. Fotos de la comunidad yanomami en Mavaca, Región del Alto Orinoco. Estado Amazonas Venezuela.1964-1965. Colección C&FE.

Los territorios recorridos por artistas viajeros comprenden el segundo capítulo de la exposición de artistas invitados al Premio Luis Ángel Duque. La vinculación a las etnias venezolanas permitió a Víctor Hugo Irazábal (Caracas, 1945) proporcionar aportes a partir de sus recorridos por el Amazonas, a la manera de los pintores viajeros del siglo XIX, desde una perspectiva contemporánea. Su relación con el espacio es un destino personal y artístico. Irazábal recorrió la Ruta de Humboldt y penetró en un espacio de creación diferente que lo condujo a nuevas expresiones. En sus recorridos, llevaba diarios que combinaban dibujo y escritura, imágenes y apuntes donde la huella y el signo recrean texturas y lenguajes. En ellos recoge la experiencia total de su inmersión en la Amazonia como territorio sensorial. En la exposición presentamos el Libro Azul Azul –apuntes que nos guían hacia una cosmogonía primordial en los orígenes de la selva.

Víctor Hugo Irazábal. Libro Azul Azul. Colección C&FE. Foto: Abraham Tovar.

Víctor Julio González (Valencia, 1961) aloja su investigación en la reconstrucción de los tránsitos de los pintores viajeros, pero desde una perspectiva histórica y bajo la percepción de un creador de nuestros tiempos. González ha replanteado la pintura del paisaje, asignando al género una dimensión conceptual muy coherente y profunda. Multiplica la visión del paisaje venezolano con sólidos recursos cromáticos y las texturas de la mirada viajera. Pintores como Göering, Carmelo Fernández, Franzius o Bellermann son fuentes de indagación y, con los mismos métodos, recoge detalles, anotaciones, fragmentos de sueños, dibujos y escribe diarios que revelan refinadas interpretaciones y lecturas del territorio que van mucho más allá de lo pictórico y se extienden a la imaginación. En esta exposición presenta De los viajes como Goering, H. C. Franzius, Carmelo Fernández y otros míos, que incluye fragmentos del paisaje y de sus diarios.

Víctor Julio González. De los viajes como Goering, H. C. Franzius, Carmelo Fernández y otros míos. 2022. Foto: Luis Becerra.

Beatriz Grau (Caracas, 1967) se incluye en la saga de los artistas viajeros que desde un enfoque contemporáneo recorren y registran territorios inauditos –de Nairobi a Macuto, del Tíbet a Bogotá… De hecho, Luis Ángel Duque la ubicaba dentro de su categoría de artistas nómadas -errantes por el planeta. La vivencia del trópico –su vegetación, e iluminación–, marcó su mirada al punto de incluir y desarrollar algunos elementos emblemáticos del trópico en su iconografía. Uno de estos elementos es la palmera, que edifica la composición de las obras Paseo Macuto y Paseo Macuto (reconstruir un paisaje), presentadas en esta exposición y portavoces de su visualidad nómada. Sus palmeras-iconos prescinden de la presencia humana y se erigen como un tótem de celebración de la luz y los tiempos. El problema de la devastación de territorios y la violencia ecológica fue uno de los ejes temáticos propiciados en las investigaciones de Luis Ángel Duque.

Beatriz Grau. Paseo Macuto y Paseo Macuto (reconstruir un paisaje). 2022. Foto: Luis Becerra.

La obra de Antonio Briceño (Caracas, 1966), perteneciente también a la casta de artistas viajeros, atraviesa esta trama de consideraciones, con un cuerpo muy sólido y coherente de trabajo definido por imaginarios simbólicos que retratan el alma de las culturas, las mitologías, las religiones de las culturas ancestrales, el ecosistema y la auto aniquilación de la especie humana y del planeta Tierra. Sus figuras sostienen vínculos arquetipales con los orígenes de la humanidad. Más que “representaciones”, son complejas interpretaciones de las tradiciones y los mitos anclados en el fondo del inconsciente colectivo. La Piel de Marte es una serie que concentra una constelación significativa de unidades simbólicas que se relacionan con la guerra, el cuerpo, la violencia y la destrucción del planeta. Las imágenes del registro satelital de la superficie del planeta Marte (arquetipalmente Dios de la Guerra), se superponen sobre las principales imágenes del Dios Marte en diferentes museos del mundo. El resultado es una cartografía de la devastación y la erosión social sobre la piel del dios, marcas de restos, huellas de un inmenso desastre. La belleza y la catástrofe de la guerra se conjugan en un mismo territorio que es el cuerpo.

Antonio Briceño. Serie La Piel de Marte. 2016.

El levantamiento de cartografías posibles e imposibles y representaciones del Cosmos, fue un tema esencial en la poética curatorial de Luis Ángel Duque, que lo llevó a escribir ensayos importantes y realizar exposiciones como Cosmogonías y Cartografías, 1991, Galería de Arte Nacional. Pancho Quilici (Caracas, 1954) es un creador de universos infinitos y fantásticos, muy cercano a las utopías e intereses que Duque asumió como propios. Sus inmensas ciudades y recintos, expanden la noción de espacio y de individualidad. Creó una simbología nueva para el paisaje y el Cosmos, centrada en el uso y el dominio de la geometría. Quilici es un “artista de culto”, muy virtuoso, que ha sabido fusionar la arquitectura y el espacio natural, construyendo un mundo que escapa de los patrones normales de percepción. Sin Título (Trilogía) y Reunión-Dispersión de las partes, son las obras que lo representan en esta exposición. En ellas libremente técnicas como el dibujo, el grabado y la pintura generando espacios prodigiosos que dejan entrever diseños arquitectónicos en un inaudito juego de transparencias que insinúan numerosos elementos en un mismo plano. Son obras plenas de levedad y fluidez, que escapan a los cánones impuestos por la racionalidad y se integran a una dimensión de los ensueños, de espacios imaginarios. Son trabajos de trazo seguro y control pictórico, donde se cuela una sensación de haber sido intervenidos por el azar.

Pancho Quilici. Reunión-Dispersión de las partes. Foto: Luis Becerra.

La obra de Luis Romero (Caracas, 1967), trasciende las clasificaciones técnicas, temáticas y estilísticas, con un campo muy amplio de investigaciones y enfoques que recorren el universo bajo el signo de la imaginación y la memoria. En sus obras explora la gráfica, la pintura, es un excelente dibujante y subvierte los sentidos de la escritura. Somos polvo de estrellas –obra con la que participa en la exposición–, es una serie de doce monotipos y bajo relieve tipográfico sobre papel de algodón, que lanza conexiones con universos orbitales. Representa un viaje por otro tipo de trayectos interestelares y se vincula con un eje muy cercano al artista que es la vivencia poética y estética de la noche y las formas más puras de la bóveda celeste. El mundo se abre a una realidad expansiva desde esas pequeñas ventanas o fragmentos de infinito cielo.

Luis Romero. Somos polvo de estrellas. Foto: Luis Becerra.

Sheroanawe Hakihiiwe (Platanal, 1971) es un creador de ascendencia yanomami que traza caminos interesantes para el arte contemporáneo, favoreciendo el rescate de la memoria oral de su pueblo, sus cosmogonías y tradiciones ancestrales. Se trata de un replanteamiento contemporáneo del imaginario yanomami que recoge los símbolos utilizados por su pueblo en la cestería y los sellos corporales. Desarrolla un lenguaje gráfico que recoge los elementos esenciales de la naturaleza, la fauna, el firmamento y las plantas de su entorno. Líneas rectas, paralelas, curvas y puntilladas, arcos, círculos, triángulos, retículas, redes y anillos evocan los animales, las plantas y los espíritus de la selva. Tipikiwe (puntos) y Shaririwe (líneas verticales), son monotipos de gran formato, impresos sobre papel de morera, donde el trazo muy esencial construye cartografías complejas con poderosos y esenciales recursos gráficos. Sheroanawe llena la totalidad del espacio del soporte en papel con finas líneas y trazos en una composición pura, absoluta y armónica, que funciona como detonante para reflexionar sobre la condición del hombre y su lugar en el planeta.

Sheroanawe Hakihiiwe. Shaririwe. Foto: Luis Becerra.
Sheroanawe Hakihiiwe. Tipikiwe. Foto: Luis Becerra.

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