Rembrandt y el retrato

Publicado por 10:47 am Arte, Pintura

por Inger Pedreáñez

En la edad de oro del arte en Holanda, Rembrandt van Rijn (1606-1669), el maestro de la escuela de Ámsterdam, y uno de los más grandes artistas de todos los tiempos, también fue quien hizo del autorretrato una actividad prolija. Se piensa que era una forma de mercadear su obra, pero quizás prevalezca una necesidad intimista y autobiográfica. Su rostro regordete de nariz prominente, figura no sólo en cuadros al óleo, sino también en sus grabados, que destacaron por el uso de una técnica muy particular. Aparece además con su esposa en varias escenas, como si se estuviera adelantando a un momento en el cual ilustrar la vida cotidiana se convertiría en razón fundamental de la imagen.

El maestro del barroco estuvo en el momento adecuado, en el lugar adecuado y con un estilo propio para deslumbrar. Elementos que al amalgamarlos crean un ícono en el arte. Para no dejar dudas de esta revelación que ya es historia, el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, de Madrid, organizó la exposición “Rembrandt y el retrato en Ámsterdam, 1590-1670”, comisariada por Norbert E. Middelkoop, conservador del Museo de Ámsterdam. En principio estaba pautado que durara hasta finales de mayo, pero a raíz de la pandemia de la Covid-19, esta fecha está en consideración.

La gran noticia es que esta exposición puede ser visitada a través de internet, e incluso detallar algunas obras casi como si llevara una lupa a la sala de exhibición. El avance tecnológico le permite ver la pátina del cuadro, los quiebres del óleo con los años, y los detalles de las pinceladas de las obras, con la precisión de los gestos de los modelos y las texturas de la piel.

Amplia y contrastada

Se estima que hay cerca de 300 obras reconocidas que fueron hechas por Rembrandt. Sólo en la exposición del Thyssen-Bornemisza se reúnen más de 30 retratos. El Autorretrato con gorra y dos cadenas (fechado hacia 1642-1643), de la colección del propio museo y que se mencionará más adelante, inspiró a los organizadores para mostrar no sólo los antecedentes, sino también realizar un viaje cronológico por la escena del retrato del siglo de oro holandés. Pero vale acotar que esta pieza en particular no se encuentra en la exposición, permanece en la Sala 21, dedicada a la Pintura Holandesa, aunque sirve como motivo gráfico para dar la bienvenida a la exposición, donde el pintor aparece acompañado de otro retrato a su esposa, Saskia van Uylenburgh.

Para lograr esta muestra se realizaron contactos con coleccionistas y museos del mundo. Muchas de las obras se están exhibiendo por primera vez en España, procedentes de la colección de la reina Isabel II de Inglaterra y de museos como el Metropolitan de Nueva York, la National Gallery de Washington, The National Gallery de Londres, el Amsterdam Museum y el Rijksmuseum de Ámsterdam. La exhibición suma casi el centenar de piezas. De las obras cedidas en préstamo, el estado español aseguró un total de 63 por un poco más de 437 millones 427 mil euros.

Los cuadros de Rembrandt se acompañan con otras 39 piezas de pintores que fueron o bien sus referentes, o bien sus competidores. Era una época en que las familias holandesas alimentaban un mercado, reñido entre los artistas, para colocar en sus casas retratos que representaban el ascenso en el estamento social. Dos obras de Cornelis Kete que pertenecen a la colección Thyssen-Bornemisza se encuentran en ese contrapunteo de estilos. También están Cornelis van der Voort, Werner van den Valckert, Nicolás Eliasz Pickenoy y Adriaen Thomasz de Keyser como la representación de los artistas que mandaban en el mercado del retrato antes de que Rembrandt llegara a la ciudad.

Frans Hals es quizás el pionero de los retratos colectivos y la pintura costumbrista, línea que seguirían otros artistas, estilo que forma parte del discurso de la exposición: la historia pequeña de los ciudadanos. De Thomasz Key, destaca un cuadro de Guillermo I, Príncipe de Orange, llamado El taciturno (1579). También se incluyen sus contendores y coetáneos Bartholomeus van der Helst, Jacob Baker, Joachim von Sandrart, Jürgen Ovens, Michiel van Musscher, Frans Badens, Pieter Isaacz, Thomasz Adriaen Key, Claes Moyaert y Dirck Santvoort, por citar algunos.

Ese contraste entre el pincel de Rembrandt y el de estos otros autores hace resaltar en la exposición los elementos diferenciadores que le permiten atribuir su supremacía artística.

En el marco de la exposición, Norbert E. Middelkoop en un video de una agencia de noticias, explica este diálogo planificado al unir a Rembrandt con otros retratistas de la época “se puede ver el nivel y la calidad que todos imponían a sus obras, por la competencia que eso suponía entre las familias pudientes que encargaban las obras. Entre ellos está Bartholomeus van der Helst, el más famoso de todos, era quien recibía más encargos. Y en los predecesores de Rembrandt están Thomas de Keyser y Nicolaes Pickenoy y Cornelis van de Voort, que llegó desde Amberes y fue quien introdujo el esquema de composición de los retratos de regentes, con personajes sentados en una mesa de reuniones. Lo que llama la atención de esta exposición es que son cuadros de personas como uno, ciudadanos comunes de una época, carniceros, carpinteros, comerciantes, no individuos miembros de una élite o de la nobleza”.

Hasta Leiden le llegaban los encargos a Rembrandt. Una de las cualidades que lo hacían un artista sin igual era el movimiento, la sensación de que en la escena se está desarrollando una actividad, una situación sugerida, más allá de la figura humana. Mientras las obras de sus colegas tenían un aire estático, Rembrandt jugaba con la composición casi que de una manera teatral, e incluso creaba una ruptura en los esquemas geométricos tradicionales que generaba algunas severas críticas por romper con los cánones establecidos. Ya no sólo importa reunir a los personajes en un lienzo, sino vincularlos vivamente a una representación de una situación común.

Aún cuando en los óleos de Rembrandt prevalecen las tonalidades oscuras, también hace un uso de la luz para iluminar el centro a donde quiere que el espectador dirija su mirada, en muchos casos, justamente a los ojos, como si el retratado estuviera hablando. “En muchas ocasiones, imprime en el retrato un acción sorprendente, en la que parece que el personaje está enfrascado en algo y le pilla de sorpresa”, describe Norbert Middelkoop, comisario de la muestra.

Rembrandt transformaba sus cuadros en historia menuda, ciudadana, sencillos momentos de la ciudad y de su época.

Verse a sí mismo

Otra cualidad de la exposición madrileña es que no estamos viendo al artista paisajista, o a quien nos legó pasajes religiosos, naturalezas muertas, o escenas mitológicas, sino a quien vio la figura humana en sus costumbres y se vio a sí mismo y su vida familiar.

Reseña el museo en su página web: El uso del claroscuro con fuertes contrastes entre luces y sombras, así como un profundo e intenso dramatismo son notas diferenciadoras de su pintura. Estas características resultan especialmente notorias en sus autorretratos, pues reflejan fielmente la situación personal, los sentimientos y los estados de ánimo que el artista atravesó a lo largo de toda su vida”.

Mención aparte merecen los grabados de Rembrandt que tienen un espacio reservado en el Museo Thyssen-Bornemisza. Se trata de 15 grabados prestados por la Biblioteca Nacional y una plancha de grabado. Comenta el comisario de la exposición que Rembrandt tenía una técnica especial, sin precedentes en el mundo de la gráfica, y una sola estampa era valorada por encima de una pintura al óleo de sus contemporáneos. Cabe mencionar que Rembrandt se encuentra en el más alto nivel del grabado, junto con Durero y Goya, y su técnica de tallar con el buril lo coloca en la cumbre.

Rembrandt. Jan Six, 1647. Aguafuerte, punta seca y buril sobre papel japonés. 246 x 191 mm. © Fondation Custodia, Collection Frits Lugt, Paris

En la misma sala, también se encuentra el fragmento de un pequeño dibujo preparatorio de Lección de Anatomía del Doctor Jan Deijman, obra que fue gravemente dañada durante un incendio en 1723 y que por ser un vestigio de la pieza se considera una joya. Nuevamente allí existe la narración de un profesor que dicta su lección, mientras los alumnos, alrededor del cadáver abierto, escuchan atentamente sus explicaciones.

350 años después, el maestro holandés, sigue siendo una atracción para el público, y esta vez destaca por la forma particular de mirar la figura humana, en donde más que buscar la fidelidad de los rasgos del retratado, parecía poner una buena parte de sí mismo, de su estado anímico, con los tonos lúgubres. Expone el carácter o los sentimientos de su modelo, como si interviniera la personalidad del retratado con su propia personalidad, y es así como se hace único y particular.

Inger Pedreáñez es periodista (UCV), fotógrafa, poeta. Profesora de periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello. Dedicada al periodismo corporativo por más de 25 años. IG: @ingervpr.

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