por Karl Krispin
Merece la pena recordar que muchas de las grandes conquistas de la humanidad, inventos, descubrimientos o avances se han logrado a través del azar, ese viaje misterioso y fascinante hacia lo no previsto que conduce a lo incógnito y lo revela a todas luces. En 1799, un venturoso aristócrata alemán que recién había heredado a su madre[1], se iniciaba en un viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente. Su bitácora era precisa y prestablecida y sus cartas de viajero indicaban la ciudad de La Habana como destino y de allí a Veracruz, al Virreinato de la Nueva España. Las reformas administrativas adelantadas por nuestro bienamado[2] rey don Carlos III y su ministro José de Gálvez, tocaron no sólo lo relativo a todas las divisiones administrativas y creación de virreinatos y capitanías, sino se impusieron un orden más práctico que propició novedades en cuanto al comercio y a la navegación en los territorios de la Corona Española. En ese sentido, un navío-correo mensual se había destinado a la comunicación entre España y Venezuela que tocaba en primer lugar tierra firme para después seguir hacia Cuba. El barón prusiano Alexander von Humboldt y su asistente el francés Aimé Bonpland habían zarpado desde La Coruña a bordo de El Pizarro, que se detuvo en las islas canarias donde Humboldt quería escalar el pico El Teide en la isla de Tenerife[3]. Cerca de las costas de Venezuela, la muerte de un pasajero a bordo víctima del vómito negro de la fiebre amarilla no les permitió a los viajeros continuar la navegación hasta el puerto de La Habana y desembarcaron en la primogénita Cumaná para pisar el continente americano por vez primera. Anteriormente, habían querido desembarcar en la isla de Margarita, pero dieron con la deshabitada isla de Coche en la que el timonel guaiquerí Carlos del Pino se ofreció para guiar a la fragata hasta Cumaná. Del Pino le causaría una muy buena impresión a Humboldt y terminaría acompañando a los exploradores en su viaje de 16 meses por Venezuela[4].

Friedrich Georg Weitsch. Alexander von Humboldt und Aimé Bonpland am Fuß des Vulkans Chimborazo. 1806. Wikipedia commons.
En Cumaná los viajeros son recibidos por el guipuzcoano Vicente Emparan, Gobernador de la Nueva Andalucía, quien le procura atenciones y hasta le adelanta dinero para la expedición siendo que Humboldt no había podido hacer valer sus pagarés por el torcimiento de la ruta. El barón prusiano queda maravillado con el cielo oriental[5] y lo deja constar en sus notas que jamás abandonará. El color del cielo será una de sus devociones e incluso llegará a disponer con hábito del curioso aparato para medir su intensidad que el geólogo y alpinista suizo Horace-Bénédict de Saussure (1740-1799) inventó como “cianómetro”. La naturaleza le sirvió a este estudioso como material de lectura del cosmos y una de las grandes conclusiones a la que llegó fue que la naturaleza mantiene un inmenso proceso de comunicación que transcurre en una permanente forma de conectividad, lo que lo hacía pensar que estábamos ante un todo, ante un organismo vivo totalizado. De modo que el ímpetu de la naturaleza es la expresión de una fuerza universal en unión con una parentela compartida y un origen común[6]. Humboldt a lo largo de su vida en que realizó más de 300 publicaciones científicas y clasificó unas 60 mil especies, llevó la relación absoluta de cuanto recogió y examinó. Con sus Naturgemälde, Dibujos de la naturaleza, pinceló igualmente su concepción de la formación de la tierra. Ello se puede comprobar en el famoso dibujo transversal que realiza del Chimborazo[7], al que escaló como el Pichincha, el Cotopaxi, el Vesubio o la Silla de Caracas. Esta concepción holística, de observación y encuentro con la familia de la humanidad, es lo que hace que a Humboldt lo hiera y le repugne la trata de esclavos que atestigua en Cumaná, en la que a los negros se les revisa la dentadura y se les unta de aceite de coco para hacerles ver más reluciente la piel para favorecer su venta[8]. No en balde, Andrea Wulf ha señalado respecto a la defensa de la libertad por parte del prusiano que: “La naturaleza era la maestra de Humboldt. Y la mayor lección que le había enseñado era la de la libertad. ´La naturaleza es el terreno de la libertad´, decía, porque su equilibrio estaba basado en la diversidad, que también podía servir de modelo para la verdad política y moral. Todo, desde el musgo o el insecto más humilde hasta los elefantes o los robles gigantescos, tenía su función, y juntos formaban la totalidad. La humanidad no era más que una pequeña parte. La propia naturaleza era una república de la libertad.[9]” Humboldt recorre la zona, viaja por el Oriente venezolano, llega hasta Araya[10], Manicuare, Cariaco, Cumanacoa, Caripe y se adentra en la Cueva del Guácharo, que hoy lleva el nombre Alexander von Humboldt. Humboldt va midiendo todo, temperatura, altitud, latitud. Con la altitud emplea el término de las toesas que equivalen a 1,94 mts. o a 2,09 según sean las del Perú o las prusianas. Según Abdel Lancini, la medida de la toesa de Humboldt era la del Perú y, curiosamente, no la prusiana[11]. En la cueva, el naturalista logra avanzar unos 472 metros por prevención de sus acompañantes chaimas que le advirtieron que un hombre debía temer los lugares no iluminados por los astros[12]. Inaugura, sin embargo, según Abdel Lancini, la espeleología en Venezuela[13].


Del oriente de Venezuela Humboldt se dirige a Caracas donde es recibido por lo mejor de la sociedad colonial, entre quienes destacan el capital general don Manuel Guevara Vasconcelos y en la que permanecerá dos meses. En la capital de la capitanía Humboldt hace grandes amigos con quienes continuará carteándose a lo largo de la vida. Humboldt es alojado en la parte norte de la ciudad, en una casa que luego sería destruida por el tenebroso terremoto de 1812 en que la naturaleza se negó a obedecer[14]. El joven visitante que ha cumplido 30 años es tomado como un visitante ilustre y agasajado por doquier. Los caraqueños cultos le hablan en francés, pero Alexander insiste en conversar en castellano, lengua que ya dominaba con cierta destreza[15]. Caracas le parece una ciudad agradable donde las costumbres se mantienen, pero “las luces no han hecho aún grandes progresos”[16] y en la que hay una mayor claridad sobre las relaciones políticas entre la Metrópoli y las colonias, además su civilización tiene una “fisonomía más europea”[17]. Con ello, reconoce en varias familias de la ciudad un “gusto por la instrucción, conocimiento de las obras maestras de la literatura francesa e italiana, una decidida predilección por la música, que se cultiva con éxito y sirve -como siempre hace el cultivo de las bellas artes- para aproximar a las diferentes clases de la sociedad.[18]” Humboldt no conocerá a Simón Bolívar en ese viaje sino cinco años más tarde en París y ambos escalarán el Vesubio. Humboldt y Bolívar compartieron muchas discusiones y misivas sobre el destino de América. En Mi delirio sobre el Chimborazo Bolívar evoca a Humboldt como figura protagónica del encuentro con esa naturaleza majestuosa de la América del Sur en la que él se apoyará para la creación de ese nuevo mundo político de las repúblicas que trazará entre la batalla y la pluma. El romanticismo político de Bolívar encuentra en la admiración por el mundo de la naturaleza la síntesis perfecta para conjugar el impulso y la grandeza de la geografía americana con el proyecto mayúsculo de la Independencia que miraría con ese mismo arrojo el porvenir.

Gráfica de Caracas como quizás la vio Humboldt.
En Caracas, Humboldt asciende a La Silla. Era la primera vez que a alguien se le ocurría hacerlo y la caminata de Bonpland y él les tomó 15 horas. Humboldt no menciona que Andrés Bello, a quien sí conoció en Caracas, subiera con ellos a la cima, aunque el gramático hizo otras excursiones con él en el valle de Caracas. Muchos caraqueños, entre ellos Bello, se habían entusiasmado con la escalada, pero llegado el momento no confirmaron su entusiasmo. Una de las cosas a que se refiere el barón de Humboldt en su visita a Caracas es a un teatro que tenía la ciudad que podía albergar a más de dos mil espectadores con una rara curiosidad: tener el patio interior descubierto lo que permitía a sus asistentes ver simultáneamente a los actores y a las estrellas[19]. Así como le sorprende que en la ciudad no circulen periódicos ni exista una imprenta para ello que no llegaría sino hasta 1806.

El viaje del Humboldt y Bonpland.

Mapa de la comunicación del Orinoco y el Amazonas a traves del río Casiquiare
Humboldt y Bonpland parten de Caracas el 7 de febrero de 1799. Se dirigen hacia La Victoria, de allí bajan a Calabozo, San Fernando de Apure hasta San Fernando de Atabapo, al Alto Orinoco, San Carlos de Río Negro y la cuenca del Casiquiare. Desde el punto de vista científico este es el momento estelar del viaje de Humboldt a Venezuela por cuanto llega a demostrar que el río Orinoco y el río Amazonas están unidos a través del Río Negro[20]. Un año antes de esto, en 1798, el geógrafo francés Phillipe Buache había publicado un mapa donde había omitido el canal que suponía el Río Negro, señalando que: “La supuesta conexión entre el Orinoco y el Amazonas es un error monstruoso en geografía. Para rectificar las ideas involucradas en este punto, solo es necesario observar la dirección de la gran cadena de montañas que separan el agua.”[21] Humboldt observa la roca del Culimacari desde donde se da la unión del Casiquiare con el Río Negro que se conecta como afluente del Amazonas. “Del fuerte de San Carlos hemos regresado a la Guayana por el Casiquiare, potente brazo del Orinoco, que establece la comunicación de este último con el Río Negro”, escribe Humboldt[22]. A Humboldt le tocó atestiguar ese aserto geográfico que ya se conocía en el mundo científico. Anteriormente, el padre Filippo Salvatore Gilij lo había señalado e incluso lo había incorporado a un mapa que acompaña su obra Ensayo de Historia Americana, o sea Historia Natural, Civil y Sacra de los Reinos y de las Provincias Españolas de Tierra Firme en la América Meridional[23]. En ese viaje no cesa la recolección de plantas y Humboldt apunta que Bonpland ha secado para entonces más de seis mil plantas.[24] En cuanto a las plantas y especies, los naturalistas juntaron tres colecciones separadas. La primera de ellas fue enviada a Francia y a España, la segunda se dividió entre Inglaterra y los Estados Unidos, mientras que la tercera era la colección personal que siempre mantuvo Humboldt consigo con un herbario de seis mil muestras equinocciales, del mismo modo como insectos, semillas, conchas y otros elementos geológicos[25]. Humboldt habría querido continuar hacia el sur, llegar hasta el mismo Amazonas y alcanzar la costa atlántica brasileña pero las autoridades portuguesas al haberse enterado de la exploración emitieron una orden de arresto contra el prusiano, a quien consideraban un espía políticamente indeseable[26]. Terminada su misión al Orinoco, le escribirá una larga carta en español al capitán general Manuel Guevara Vasconcelos el 23 de diciembre de 1800 donde le hace la relación de todo el viaje desde que partió de Caracas hasta el Alto Orinoco y en la que le adelanta que las fuentes del río estarían en la nación de los Guaicas, buenos arqueros que impiden la llegada de los españoles[27]. El viaje estuvo lleno de dificultades, insectos, penurias y enfermedades. Los viajeros regresaron a Angostura, la actual Ciudad Bolívar, donde permanecieron un mes recuperándose del trayecto. De allí siguieron hasta Nueva Barcelona y Cumaná, ciudad en la que habían desembarcado para su aventura venezolana y en la que tomaron un barco el 24 de noviembre de 1801 que los llevaría a La Habana. Luego, el explorador visitaría México, Ecuador, Perú, Colombia y los Estados Unidos. En Europa Humboldt haría una expedición por Rusia, Asia y China. El viaje venezolano que había durado casi año y medio fue uno de los más importantes de las expediciones científicas de Alexander von Humboldt. Arístides Rojas en los emocionados ensayos que dedica a Humboldt se pregunta por la definición que lleva por signo el siglo XIX, y concluye que no fue otra que la de la emancipación del espíritu. Para hacer entender con claridad el significado de su postura agrega que se trata de “la inteligencia humana en sus grandes conquistas físicas y morales; la voluntad nacional sobre las preocupaciones y los absurdos; la libertad y el deber como base de todo progreso, y la lucha constante de las sociedades.[28]” Alexander von Humboldt encarnó esa vocación emancipadora y espiritual. Consagró su vida, su voluntad, sus recursos a arrancarle los secretos a la naturaleza para que aprendiéramos de ella y hasta nos aleccionara.




En la ciudad donde vivo, Caracas, existe el Colegio Humboldt. La Asociación Cultural Humboldt, el hotel Humboldt, la universidad Alejandro de Humboldt, la urbanización Parque Humboldt, la calle Humboldt, diversos edificios llamados Humboldt, Viajes Humboldt. Igual sucede en el resto del país en que el sabio prusiano les da nombre a montañas, cuevas, centros comerciales, avenidas, plazas y calles. En el continente americano también se le sigue recordando. Humboldt en realidad puede ser un patrimonio americano. La huella de Humboldt continúa su ruta. Su presencia permanece inequívocamente presente. Sus viajes, sus publicaciones, sus estudios constituyen una obra inalcanzable que raras veces un hombre corona en una vida, y contribuyeron para que el continente americano se descubriera en su dimensión geográfica, biológica, antropológica, geológica, zoológica y botánica. La oportunidad científica se agrega a la redefinición de un espacio americano independiente y Humboldt aboga por la búsqueda de ese cometido cuando conoce a Bolívar y le da su impresión sobre el estado de las colonias americanas y su porvenir. Algunos han señalado que ese diálogo fue centelleante y promisorio para el futuro Libertador. Quizás coincidieron en que la identidad de la naturaleza y su escrutinio conducen a un reconocimiento de una identidad que pulsa también lo político y lo nacional. Quizá porque Humboldt, como dijo Simón Bolívar, había despertado a América. Y ese primer despertar que le otorgó la conciencia de lo que era, ocurrió por primera vez en Venezuela.


Carta de Bolívar a Humboldt. Les Trésors de l'Académie, Belgique via @GFdeVenezuela en twitter
La naturaleza es el terreno de la libertad
Alexander Von Humboldt
- Alexander von Humboldt nació en Berlín el 14 de septiembre de 1769 y moriría en esta misma ciudad 90 años después. Su padre tenía el título de Freiherr (literalmente “hombre libre”, título que heredarían tanto él como su hermano) que equivale a la baronía y había formado parte del ejército de Federico el Grande de Prusia. Por el lado materno descendía de una familia de hugonotes franceses radicados en Prusia por las persecuciones religiosas en Francia. Su hermano Wilhelm (Guillermo) y él se criaron con tutores filólogos formados en el espíritu rousseauniano de la libertad combinados con la disciplina y el trabajo prusianos. Alexander estudió en las universidades de Frankfurt am Oder y Göttingen, primero ciencias administrativas para complacer a su madre y luego historia natural, geología, mineralogía, física, zoología, química y botánica. Su primer trabajo fue en las minas de Freiberg. Su hermano Guillermo fue diplomático, lingüista, filósofo del lenguaje y el creador del Gymnasium y de la concepción moderna de la educación en Prusia. La muerte de su madre hizo acreedor a los hermanos Humboldt de una cuantiosa fortuna que Alexander gastó e invirtió en sus viajes científicos. Robles, Vito Alessio. Alejandro de Humboldt. Su vida y su obra. Biblioteca de Cultura Popular, Ministerio de Educación pública, Volumen 17, Guatemala 1951, p. 15-22. La educación alemana fue desde siempre de primera y su Aufklärung, la ilustración en el espíritu de Weimar y la recreación del ideal griego surgió como una aspiración o una piedra fundacional en la que se apoyó esa nación para convertirse en el país de filósofos, músicos, poetas, artistas, naturalistas, historiadores y escritores. Aquí cabe la frase de Andrea Wulf: “…Federico el Grande había sido conocido por su amor a la música, a la filosofía y el estudio. Y, aunque sus contemporáneos franceses e ingleses despreciaban a los alemanes y los consideraban toscos y atrasados, en los estados alemanes había más universidades y bibliotecas que en ningún otro lugar de Europa. El desarrollo de las ediciones y las publicaciones periódicas fue paralelo al de los índices de alfabetización.” Wulf, Andrea. La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt. Taurus, Madrid 2017., p. 38-39. Respecto a la expedición a los trópicos que sufragó enteramente Humboldt con sus haberes, señala Vito Alessio Robles: “Su expedición a los trópicos, hecha en su totalidad a expensas suyas, le había costado una fortuna. En 1797, su capital montaba a 85,000 táleros de Prusia, que le producían una renta anual de 3,000 táleros. (…) El tálero era la antigua moneda alemana de plata. Valía tres marcos.” Robles, Op. Cit., p. 86, 109. Cada tálero pesaba unos 30 gramos de plata, y la voz alemana “Taler” está vinculada con la palabra dólar. Según las transacciones que lleva a cabo Ebay, hoy en día un tálero de plata del siglo XIX cuesta aproximadamente entre unos $389 y $859, obviamente entrando en consideración el valor numismático.
- Me refiero así a este extraordinario Borbón por dos motivos: porque ceduló la creación de Venezuela en 1777 y porque mi querido profesor de la Universidad Católica Andrés Bello, el jesuita Fernando Arellano, lo llamaba cínicamente de esta manera en cualquier oportunidad, especialmente cuando recordaba la expulsión de que fue objeto la Compañía de Jesús por su decisión en 1767 y su decreto en el que no aclaraba el motivo de la misma sino que la restringía a una frase sonora y privadísima: “por motivos que me reservo en mi Real pecho.”
- En sus Viajes a las regiones equinocciales del Nuevo Continente, el explorador realiza una completísima descripción del volcán relacionada con las formaciones geológicas de la isla. Humboldt era un dibujante de primera y a la par que explicaba, pintaba láminas de colores para graficar lo que denominó como “Cuadro físico de las islas canarias. Geografía de las plantas de Tenerife”. Robles, Op. Cit., p. 35.
- Ese desvío febril del azar que significó reordenar la dirección del trayecto haría a Humboldt escribir más tarde: “Si no se hubiera desatado la epidemia a bordo del ´Pizarro´, jamás habríamos llegado al Orinoco, al Casiquiare y a la frontera de las posesiones portuguesas en el Río Negro.” Lancini V., Abdem Ramón, Alejandro de Humboldt el viajero del Orinoco. En el Oriente de Venezuela. Lagoven, Caracas 1988, p. 9.
- “Como el color de la bóveda celeste depende de la acumulación y naturaleza de los vapores opacos suspendidos en el aire, no hemos de maravillarnos de que en las grandes sequías se vea el cielo, en las estepas de Venezuela y el Meta, de un azul más oscuro que en la cuenca del océano.” Alejandro de Humboldt por tierras de Venezuela. Presentación y selección, Pedro Grases. Fundación de Promoción Cultural de Venezuela. Colección Viajes y Descripciones. Caracas 1987, p. 47.
- Apunta Andrea Wulf: “Las semejanzas de las plantas costeras, escribió Humboldt, mostraban una conexión antigua entre África y Sudamérica y eran pruebas de que islas que antes estaban unidas ahora estaban separadas, una conclusión increíble cuando faltaba más de un siglo para que los científicos empezaran siquiera a discutir los movimientos continentales y la teoría de las placas tectónicas. Humboldt “leía” las plantas como otros leían libros, y opinaba que lo que revelaban era una fuerza global por debajo de la naturaleza, los movimientos de las civilizaciones además de las masas continentales. (…) La base del pensamiento de Humboldt era la conexión. La naturaleza era “una reflexión de la totalidad” y los científicos tenían que considerar la flora, la fauna y los estratos rocosos desde una perspectiva global. En caso contrario, continuaba, serían como esos geólogos que concebían el mundo entero “con arreglo a la forma de las colinas más próximas”. Los científicos tenían que salir de sus buhardillas y viajar por el mundo.” Wulf, Op. Cit., p. 170.
- Sigamos a Andrea Wulf: “El Naturgemälde, con una sección transversal del Chimborazo, era una asombrosa imagen de la naturaleza como un entramado en el que todo estaba relacionado. Humboldt colocó en él las plantas repartidas de acuerdo con la altitud, desde los hongos subterráneos hasta los líquenes que crecían justo debajo de la línea de nieve. Al pie de la montaña estaba la zona tropical de las palmeras y, más arriba, los robles y helechos que preferían un clima más templado. Cada planta estaba situada en la montaña exactamente donde Humboldt la había encontrado.” Ibidem. P. 123.
- Lancini, Op. Cit., p. 10.
- Wulf, Op. Cit., p. 146.
- El Castillo de Santiago de Araya que contempla Humboldt son las mismas ruinas de la actualidad. El castillo fue construido en 1622 para contener la rapacidad holandesa por la sal y un siglo después había sufrido daños en su estructura. Lancini, Op. Cit., p. 12.
- Ibidem, p. 15. Humboldt mide todo: el diámetro del cráter del Pichincha: 742 toesas. El Turimiquire: 1050 toesas. Las altas sabanas de la Silla de Caracas: 1000 toesas. Rojas, Op. Cit., p. 55. Lancini, Op. Cit., p. 16. Humboldt, Alejandro de. “La primera ascensión a la Silla de Caracas el 3 de enero de 1800”. https://1library.co/document/q7w40jvz-primera-ascencion-silla-caracas-alejandro-humboldt-enero.html [05/03/2022]
- Lancini, Op. Cit., p. 18.
- Ibidem, p. 21. Agrega Lancini que en el siglo XX “espeleólogos muy destacados y arrojados como Eugenio De Bellard Pietri, Pedro Pérez Ramírez y otros, agrupados actualmente en cuatro organizaciones espeleológicas, han permitido, gracias a sus investigaciones, dar a conocer más de diez kilómetros de galerías y ubicar a la cueva del Guácharo entre las maravillas naturales del Mundo.” Ibidem.
- El minucioso de don Arístides Rojas nos da las señas de ese alojamiento: “En el ángulo donde la calle Oeste 9 corta la Avenida Norte, frente al Panteón Nacional, hay unos escombros que sirven de azotea a la vecina casa número 91 de la Avenida Norte. La antigua puerta, que hoy es el número 1 de la calle Oeste 9, está tapiada hasta la mitad, pero se conserva el friso de la vetusta arquitectura.” Rojas, Arístides. Humboldtianas. Compilación de Eduardo Röhl y prólogo de Ángel M. Álamo, Editorial Cecilio Acosta, Buenos Aires 1942, Tomo I, p. 115.
- Ibidem, p. 24.
- Ibidem, p. 38.
- Humboldt, Op. Cit., p. 136.
- Ibidem, p. 139-140.
- Rojas, Op. Cit., p. 39. Sobre el techo descubierto ha escrito Arístides Rojas: “Pero esa fraternidad del arte y la ciencia dependía casi siempre de la buena o mala voluntad de un tercer factor, Eolo, a quien, en un momento de displicencia podía antojársele suprimir la función: por eso en los cartelones de avisos impresos no con tipos sino hechos con cartulina, y los cuales eran siempre conducidos por las calles de la ciudad con acompañamiento de cajas y pitos y una cola de muchachos gritones, se leía: “Si el tiempo lo permite”. Todo podía faltar en los pormenores del anuncio, menos esta frase que se conservó durante muchos años en un país, en que se cree todavía que la lluvia es un obstáculo aún en las más imperiosas necesidades de la vida.” Ibidem, p. 40.
- Señala Lancini que Humboldt siguió las recomendaciones del hermano lego franciscano Fray Juan González, “hombre muy inteligente e ilustrado, gran conocedor del Orinoco y el Río Negro, quien los animó con la idea de ir al Casiquiare y estudiar la bifurcación en un viaje que Humboldt estimaba en 700 leguas.” Lancini, Op. Cit., p. 28-29. Robles apunta en este sentido: “Humboldt, con esa expedición prestó un eminente servicio a la geografía, probando que los cursos del Amazonas y del Orinoco se comunicaban por medio del Río Negro.” Robles, Op. Cit., p. 42.
- Botting, Douglas. Humboldt and the Cosmos. Michael Joseph, London 1973, p. 126. La tal cadena de montañas mencionada por Buache sí que era “el monstruoso error geográfico”: no existía.
- Humboldt, Alejandro de. Cartas americanas, Biblioteca Ayacucho, Caracas 1980, p. 60. En una carta a Baudin que enviará desde Cartagena de Indias el 12 de abril de 1801, le dirá: “Independientes y siempre a nuestras costas, mi amigo Bonpland y yo recorrimos desde hace dos años los países situados entre la Costa, el Orinoco, el Casiquiare, el Río Negro y el Amazonas.” Ibidem, p. 70.
- Lairet Centeno, Rafael. “Alejandro de Humboldt: El científico integral de los siglos XVIII y XIX”, en: Alto Orinoco. Consideraciones del presente, visión del futuro. Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Editores: Alicia Ponte Sucre, Eduardo Buroz, Antonio Machado- Allison. Caracas 2022, p. 77.
- “En los seis meses que llevamos recorriendo el vasto lugar situado entre la costa, el Orinoco, el Río Negro y el Amazonas, el ciudadano Bonpland ha secado, con creces, más de seis mil plantas.” Ibidem, p. 47.
- Robles, Op. Cit., p. 43.
- Botting, Op. Cit., p. 125.
- Ibidem, p. 60.
- Rojas, Op. Cit., p. 19.
Karl Krispin. Escritor venezolano (Caracas, 1960). Ha publicado las novelas La advertencia del ciudadano Norton (Alfa, 2010), Con la urbe al cuello (Alfaguara 2005, 2006. Sudaquia 2012), Viernes a eso de las nueve (Fuentes Editores,1992); los estudios La revolución Libertadora (Banco de Venezuela,1990), Golpe de Estado Venezuela 1945-1948, (Panapo,1994), los ensayos Bush en Playa Parguito (Pila 21, 2018) Lecturas y deslecturas (Unimet, 2009), Camino de humores (Fundarte,1998); los minicuentos 200 breves (Oscar Todtmann Editores, 2015) Ciento breve (Fundación para la Cultura Urbana, 2004). Es profesor de Historia de la Universidad Metropolitana. Colaborador habitual de @zendalibros y @prodavinci. Ha sido presidente de la Asociación Cultural Humboldt en Venezuela. Es Miembro del Club de Roma y presidente del Capítulo Venezolano del Club de Roma. Su cuenta Twitter es @kkrispin y en Instagram @karlkrispin.
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Lo más interesante de este artículo es observar cómo la voz del ensayista se convierte en narrativa. El ensayista es tan viajero como el personaje protagonista. Gracias Karl por ese regalo tan imaginativo.
Magnífico artículo con la excelencia que caracteriza los escritos de Karl Krispin. Por su parte, la diagramación digital es extraordinaria. La calidad se destaca, con mucha ventaja, de otras publicaciones digitales.
La sensible narrativa de Karl Krisprin permite viajar emocionalmente a ese mundo increible de Humboldt, seguir sus pasos de cerca.
Alberto Asprino
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Hola estimado Karl. Estupenda su prosa que describe y destaca a una de las mentes más influyentes de la historia. Gracias por escribir. Solo una sugerencia: de ser posible una ulterior edición de este escrito, ¿podría usted incluir al Planetarium Humboldt, cuyo nombre honra la memoria del célebre naturalista prusiano?