La infinita inspiración de Yayoi Kusama

Inger Pedreáñez

Subir al tope del Empire State fue lo primero que hizo la artista japonesa Yayoi Kusama cuando llegó a Nueva York, entrando la década de los 60. A sus 26 años, aspiraba lograr reconocimiento y fama cuando el arte pop y el minimalismo estaban irrumpiendo en la ciudad. Quizás imaginó su futuro desde el emblemático mirador. A esa distancia tan alta, los ciudadanos eran pequeños puntos en movimiento. En aquel momento, ella solo era un punto más en el rascacielos.

Aquella vez no ocurrió la epifanía que definiría su vida. Por el contrario, lo tuvo muy claro desde su infancia, cuando su madre la castigaba por pintar y ella insistía a escondidas, hasta que el arte se convirtió en una obsesión. Lo sabía desde su neurosis: su creatividad era su medicina. Escapó empuñando pinceles de las experiencias disfuncionales de su familia, y de la rémora emotiva que significó la II Guerra Mundial y el lanzamiento de la bomba atómica.

Las flores fueron las primeras imágenes que se fijaron en su mente; creía que le hablaban, y las representaba en dibujos fugaces. A los 10 años ya utilizaba los lunares y mallas como motivos en sus obras en acuarela, óleo y pasteles. A pesar de las dificultades en su entorno, estudió Nihonga, la técnica tradicional de la pintura japonesa, en la Escuela Municipal de Artes y Oficios de Kioto, Japón (1948-1949). Pero no era su estilo, sabía que quería algo diferente a la cultura que la había acunado.

Las obras seriadas, el contrastante colorido de sus piezas, y el patrón circular no sólo confirman la influencia de Kusama en los artistas contemporáneos de su generación en Norteamérica. Es una sobreviviente de una época, que sigue produciendo hasta el infinito, para demostrar que el arte pop sigue vigente y no es un hecho del pasado. Su estilo trascendió y sigue en la vanguardia.

Pero Kusama no es mujer de etiquetas, ella simplemente crea para salvarse de sus propios fantasmas, en la construcción de un universo propio. Cuando el público interactúa con su obra no está haciendo otra cosa que entrar en una de sus alucinaciones. Asistir a una de sus exposiciones es experimentar el surrealismo del mundo que habita en la mente de esta creadora. Por eso, cuando se anuncia una exhibición de esta artista, la multitud hace pacientemente su cola para poder experimentar en breves minutos el asombro que producen sus cuartos, que podrían definirse como psicodélicos.

Yayoi Kusama. Flower obsession [Detail] 2017. Cortesía National Gallery of Victoria, Melbourne

Un día estaba mirando el estampado de flores rojas de un mantel. Y, de repente, lo volví a ver cuando miré al techo, cubría las ventanas, todo el cuarto. Hasta a mí misma. Me asusté, sentí que comenzaba a autodestruirme”, refiere la artista en una nota publicada por el diario español El País. Entonces, comenzó a pintar todos los espacios y su propio cuerpo, y el de otros modelos, en performances que no tienen comparación. Lo hizo para convivir y aceptar el miedo que le producían sus neurosis. De allí surge por primera vez el término Self Obliteration que pronto representará de diversas formas en el transcurso de su vida.

Nacida en 1929, en Matsumoto, la artista creció signada por el rechazo y la gloria al mismo tiempo. Es prolífica su obra pictórica, escultórica, los performances, así como su incursión en la moda, el videoarte, e incluso, la composición musical: el tema Manhattan suicide addict, se incluyó en la retrospectiva que la galería David Zwirner, de Nueva York, organizó a finales del año pasado. También el cantante Peter Gabriel la invitó para escenificar su videoclip “Lovetown” con sus representaciones artísticas.

A sus 91 años aún trabaja porque sus alucinaciones todavía le atormentan; no encuentra la paz si no se concentra en sus detallados trazos. Tiene su propio Museo en Japón, sigue activa en su taller del barrio Shinjuku (Tokio), y en las noches recorre en su silla de ruedas unas pocas cuadras para regresar al psiquiátrico donde se internó voluntariamente desde 1977, pocos años después de haber vuelto a su país natal (1973).

Los happenings y las decepciones

Yayoi Kusama está entre las primeras mujeres japonesas que abandonaron su país para ser parte de la revolución cultural de los años 60 en Estados Unidos. Si bien ella no estuvo vinculada directamente con el movimiento Fluxus, como Yoko Ono, Takako Saito, Mieko Shiomi y Shigeko Kubota, es una referencia importante en el arte en movimiento. Las fotografías de una mujer vestida de blanco con pintas negras y un caballo oscuro de pintas blancas, cobran sentido en la memoria cuando surge el nombre de la artista. Estas escenas forman parte de sus primeros performances del año 1967, Horse Play happenings, en Woodstock, Nueva York. Tuvo tanta importancia como los videos que produjo al pintar los cuerpos desnudos de sus modelos con sus famosos lunares (Body Festivals). Más sorprendente aún fue cuando apareció desnuda en el puente Brooklyn para quemar insignias estadounidenses, en protesta por la guerra de Vietnam (1968).

Una veintena de performances realizó la artista en esos dos años y ya avisaba el camino que seguiría. De estas incursiones surgió la película Kusama: Self Obliteration, protagonizada y producida por ella misma, bajo la dirección de Jud Yalkut. La obra fue premiada en la Cuarta Competencia Internacional de Cine Experimental en Bélgica y el Segundo Festival de Cine de Maryland y fue el segundo premio en el Festival de Cine de Ann Arbor.

Pero su destino no sería fácil, en un mercado competitivo y dominado por los hombres. No se trata sólo de una teoría o una suposición, la propia artista ha declarado en varias oportunidades que Claes Oldenburg tomó la idea de su sofá fálico (otra de las figuras que reproduce de mil formas la artista) para crear las esculturas que lo llevarían a la fama. Cuando su primera pareja sentimental, el artista Donald Judd, se encontró bloqueado acudió a ella, preguntándole qué podía hacer; Kusama cuenta en una entrevista concedida a la historiadora de arte japonesa Akira Tatehata, que le respondió simplemente: “Esto”, mientras pateaba la caja que servía de mesa en su comedor, ese gesto fue el detonante que inspiró las futuras piezas que llevarían a Judd a la fama.

La artista descubrió que una fábrica textil la estaba copiando, al ver a la gente vestida con sus diseños. Al reclamar derechos de autor, terminó asociándose en una nueva empresa para la industria de la moda (en 1969 abrió su propia boutique). También se le atribuye a ella la repetición en serie de imágenes en el arte. En 1963, Kusama presentó la obra One Thousand boats. Técnica que posteriormente Andy Warhol popularizó con una iconografía que selló su identidad artística. En 1965, por primera vez se utilizó el espejo dentro de una instalación, innovación que correspondió a Yayoi Kusama, abrebocas de sus futuros Infinity Mirror Rooms. Meses después, el vanguardista Lucas Samaras, se inspiró en esta obra para revolucionar su propio trabajo. No fue nada agradable ver como otros artistas obtenían reconocimiento mejorando sus ideas, decepcionada, Kusama intentó suicidarse.

Durante la crisis emocional que vivió al sentirse desplazada y sin identidad, encontró el apoyo de la galerista Beatrice Webb. El pintor, ceramista y escultor italo-argentino Lucio Fontana la salvó, sin proponérselo, de su estado depresivo: financió la producción de la obra con la que Kusama irrumpió en la Bienal de Venecia del año 1966. No tenía invitación, pero ella se apostó a la entrada de la exhibición con Narcissus Garden —una pieza conformada por 1.500 bolas de espejos—, a la vez que repartía volantes que rezaban: “A la venta tu narcisismo”; cada circunferencia costaba apenas dos dólares. Su trasgresión fue censurada por el cuerpo de vigilancia, pero se convirtió en la noticia que eclipsó a los artistas que estaban formalmente invitados.

Fue el vuelco de hoja que logró el despegue al que aspiraba Yayoi Kusama. Si bien fue difícil hacerse un nombre, no es menos cierto que desde que pisó suelo americano hizo todo lo posible por mostrar su arte, siguiendo los consejos de la artista iconoclasta Georgia O’Keeffe, a quien conoció por correspondencia. Cuando llegó a Seattle, en 1957, organizó una individual en la Zoë Dusanne Gallery. En 1959 exhibió sus pinturas en Boston y Nueva York. Un año después se dio a conocer en Washington, DC y en 1962 en Chicago. En sus comienzos era una extranjera que aspiraba a más y no obtenía ganancias por sus pinturas y esculturas.

Su rebeldía en Venecia le abrió las puertas a las salas de exhibición en Alemania y Holanda. Y luego vendría la revancha cuando representó el Pabellón japonés en la Bienal de Venecia de 1993, por recomendación de la historiadora citada, Akira Tatehata. Después de pasar penurias económicas, se convirtió en la artista femenina viva más cotizada del mundo. Este año, Sotheby’s vendió la obra Star (1993), por un importe de 290.000 dólares. Previamente, en 2014, Christie’s subastó la obra White No. 68 (1960) que alcanzó el monto de 7.109.000 dólares. Quienes compraron en dos dólares las bolas de espejos en Venecia tienen una pieza de colección.

Yayoi Kusama’s instalación mostrada originalmente en el pabellón japonés en la 45 Bienal de Venecia 1993, vista del Louisiana MoMA
Yayoi Kusama. Star, 1993.

Mejores tiempos

Yayoi Kusama encontró a su pareja ideal en Joseph Cornell, artista surrealista pionero del ensamblaje, con quien mantuvo una relación platónica hasta la muerte de él. Kusama confesó en una entrevista que él era impotente y a ella no le interesa el sexo.

Como otra de sus fobias a vencer, ella reprodujo de mil formas la imagen fálica, gesto que también se interpretó como una forma de protesta al dominio de los hombres. Kusama no se considera feminista, rechaza cualquier ismo, cualquier categorización que se haga sobre ella o su arte, pero si abogó por las libertades que en los años 60 eran la efervescencia de las calles: manifestaciones contra la guerra de Vietnam, la liberación sexual y el derecho de los homosexuales estaban en su agenda. Hoy por hoy, la infinitud y el amor siguen siendo sus motivos de expresión.

Los más afamados museos —el Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo de Arte Moderno de Oxford, el Museo de Arte de Los Ángeles, el Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, el Centro Georges Pompidou en Paris, la Tate Modern de Londres, el Museo Whitney, el Museo Nacional de Arte Moderno de Tokio y el Museo Boijmans Van Beuningen de Rotterdam, entre otros—, han expuesto su obra. La firma de moda Louis Vuitton, le hizo un guiño cuando incorporó en sus vitrinas los diseños de la artista.

La artista japonesa forma parte de una generación en la cual el universo cobró una importancia que antes no tenía. Ella tiene su propia visión del cosmos: sus lunares y entramados elevan al espectador desde su individualidad, como pertenencia a un todo, hasta el universo.

Soy un lunar. Tú también eres un lunar. Otro punto es amigo de ese lunar. Nuestra tierra es solo un lunar entre los millones de estrellas en el cosmos. El sol tiene la forma de un lunar, y la luna también.”

Los lunares no existen como entidades individuales. Es debido a la uniformidad del totalitarismo que los lunares se exaltan a sí mismos como entidades individuales por primera vez.”

Los lunares son un camino hacia el infinito.”

Me obsesiona la acumulación, y con acumulación me refiero a que nada en el universo, ni las estrellas ni los planetas, existen por sí mismos, todo está encadenado.”

Yayoi Kusama, frases que ha dejado en la prensa. La última en el documental Infinity.

Reiterarse para reinventarse

Kusama no sólo utiliza sus pinceles para bañar de puntos al mundo, los consigue de múltiples maneras, incluso con la complicidad de sus admiradores. En The Obliteration Room dispone de una sala totalmente blanca para que el público coloque con pegatinas los colores circulares a su antojo. Estas experiencias inmersivas son las que ahora atraen la atención de los amantes del arte.

Abre las puertas de su universo imaginario en sus Infinity Rooms. El público se fusiona a sus paisajes psicodélicos, logrados en la disposición de los espejos, y en el moteado infinito, quizás con uno de sus colores preferidos, el amarillo. Las calabazas (hortaliza presente en el austero menú familiar), los tulipanes (en agradecimiento a la hospitalidad neerlandesa), los macarrones insertados en sus prendas de vestir (por su aversión a comer), los globos, las lámparas LED son otros recursos que constituyen la vasta obra de la artista.

Obliteration room. Tate Gallery, Londres.
Yayoi Kusama Infinity Mirrored Room - My Eternal Soul Sparkles and Blazes Away 2019
Yayoi Kusama Chandelier of Grief 2016 - Victoria Miro Gallery

Yayoi Kusama recién inauguró la muestra Love is calling, en el Instituto de Arte Contemporáneo de Boston, cuando sobrevino la pandemia que puso al mundo de rodillas. También iba a inaugurar sendas exhibiciones retrospectivas en Estados Unidos. Una de ellas en el Museo Hirshhorn en Whashington DC, que pretendía itinerar por Seattle, Los Ángeles, Toronto y Cleveland; otra en el Jardín Botánico de Nueva York. Además, tenía pendiente exponer en el Centro Nacional de Arte en Tokio, así como en el museo que lleva su nombre en la capital japonesa.

La artista que ha vivido aislada en sus propios traumas psicológicos, que viste irreverentemente y pocas veces sonríe, salvo un tic, escribe también poemas (tiene varios libros publicados), y en estos tiempos le dedica uno en especial al mundo, la revista Forbes lo cita: “Es tiempo de encontrar un himno de amor para nuestras almas…Lucharemos contra este terrible monstruo…Ahora es el momento para que la gente de todo el mundo se ponga de pie“.

La Galería David Zwirner, que representa a la artista desde 2013, también tiene en sus páginas un pensamiento de Kusama que permite comprender sus reflexiones dentro de sus propias turbulencias: “En la brecha entre las personas y la extraña jungla de la sociedad civilizada se encuentran muchos problemas psicosomáticos. Estoy profundamente interesada en el trasfondo de los problemas que involucra la relación de las personas y la sociedad. Mis expresiones artísticas siempre provienen de estos agregados”.

Esta artista japonesa representó valientemente sus temores para vencerlos y con ello, le ha regalado a la humanidad —a lo largo de cinco décadas— un espacio de admiración y esparcimiento. Captura la atención del público con sus diseños de moda, con su peluca roja chillona parece una caricatura dentro de sus propios dibujos. Ahora que entendemos su obra, quizás podamos descubrir que ella sólo ofreció una perspectiva que al resto de las personas le cuesta ver, pero no está para nada equivocada. El microcosmos se representa en puntos, los virus parecen puntos invisibles, el macrocosmos también lo vemos como un pequeño lunar, por más grande que sea.

Yayoi Kusama realizó un largo viaje a los Estados Unidos, atravesando el mar y sus miedos. Regresó a su hogar en Japón creyéndose perdida y encontró la gloria, aún sin darse cuenta. El tiempo es tan vasto como el universo y ella lo ha transitado con su arte, como un pequeño punto en ese infinito que es la inmensidad de su vida.

Poema de Yayoi Kusama

Today, with the world facing COVID-19,
I feel the necessity to address it with this message

A MESSAGE FROM YAYOI KUSAMA TO THE WHOLE WORLD

Though it glistens just out of reach, I continue to pray for hope to shine through
Its glimmer lighting our way
This long awaited great cosmic glow
Now that we find ourselves on the dark side of the world
The gods will be there to strengthen the hope we have spread throughout the universe

For those left behind, each person’s story and that of their loved ones
It is time to seek a hymn of love for our souls
In the midst of this historic menace, a brief burst of light points to the future
Let us joyfully sing this song of a splendid future
Let's go

Embraced in deep love and the efforts of people all over the world
Now is the time to overcome, to bring peace
We gathered for love and I hope to fulfil that desire
The time has come to fight and overcome our unhappiness

To COVID-19 that stands in our way
I say Disappear from this earth
We shall fight
We shall fight this terrible monster

Now is the time for people all over the world to stand up
My deep gratitude goes to all those who are already fighting.

Revolutionist of the world by the Art
From Yayoi Kusama
Yayoi Kusama en su estudio. Foto cortesía Yayoi Kusama

Inger Pedreáñez es periodista (UCV), fotógrafa, poeta. Profesora de periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello. Dedicada al periodismo corporativo por más de 25 años. IG: @ingervpr.

Más sobre Yayoi Kusama

Museo de Yayoi Kusama: https://yayoikusamamuseum.jp

Yayoi Kusama I. La Princesa de los Lunares. O un Jardín Japonés

Yayoi Kusama II. En Estados Unidos con 60 Kimonos

Yayoi Kusama, y III. Caída y Apoteosis Final

21 facts about Yayoi Kusama

A titillating history of Yayoi Kusama’s fascination with orgies

About Yayoi Kusama’s Aggregation: One Thousand Boats Show

Yayoi Kusama en Victoria Miro Gallery

Yayoi Kusama en David Zwirner Gallery

El arte de la locura https://www.youtube.com/watch?v=4Jnc2-DkHm8