por Inger Pedreáñez
En las paredes del hogar del fotógrafo Mauricio Donelli no sólo cuelgan sus propias obras, sino también algunas de legendarios fotógrafos. Forman parte de una colección que suma casi 300 imágenes reunidas en los últimos 25 años. Guarda la mirada de colegas que él mismo ha retratado, o con los que ha construido un vínculo. Atesora fotografías de sus profesores Ralph Gibson (Nueva York) y Jeanloup Sieff (París), y también de figuras como Annie Leibovitz (su primera adquisición, en 1986), Richard Avedon, Irving Penn… En un viaje a Cuba le compró a Alberto Korda su emblemática fotografía del Che Guevara, y también el Quijote de la Farola. Con algunos fotógrafos ha hecho intercambios, y con otros ha pagado por las piezas, como lo hizo con la mexicana Graciela Iturbide después de retratarla.
Que Donelli sea un coleccionista de fotos solo demuestra que toda su vida ha estado signada por una misma pasión. Siendo un niño visitaba los dos primeros estudios fotográficos que existieron en Coro, su ciudad natal, ambos propiedad de sus tíos maternos. Vale imaginarse al niño conociendo la magia, no a través de un mago en una celebración de un cumpleaños, sino desde la bandeja de un oscuro laboratorio que hacía aparecer la imagen de los personajes del pueblo.

Mauricio Donelli. Retrato de Anderson Díaz Salas
A los doce años ya tenía su primera cámara. Las playas de Adícora y los amaneceres en los áridos terrenos falconianos le servían de escenario para imaginar su propio paisaje, y también para experimentar con sus amigos y primas. A los quince años se reconocía su habilidad con los retratos y muy pronto hizo su debut en la fotografía social, cuando sus primas mayores comenzaron a casarse. Fue algo que no pidió, sino que vino de manera natural. A los 17 cobró por su primer registro de un matrimonio, tanto el civil como el eclesiástico. “¿Qué haces tú cuando te pagan y tú no lo has pedido?”, cuenta Donelli, quien se dejó llevar por esa corriente que le abrió un mar de curiosidad y la exigencia de dejar de jugar con las sombras para abrirse a la luz del flash.
Son más de 30 años realizando fotografías de boda, con una cuenta superior a los 2.000 eventos que le han dado un renombre en el mundo de la fotografía social. Cuando una novia dice que sus fotos de boda se las hizo Mauricio Donelli es como quien enarbola una bandera del éxito. Y aunque la cifra es abrumadora, cada pareja ha logrado conservar el recuerdo en imágenes únicas e irrepetibles.
“Me fui dando cuenta, a raíz del éxito que tenía, que todo mundo quería la foto como yo la tomaba, porque era diferente. Pero también me tocó aclararle a los clientes que no estaba para repetir una fórmula, no haría la misma foto que ya había realizado a otra novia. Yo estoy aquí para crear. Y lo importante de esto es que en el acto fotográfico social no te puedes quedar estancado en la fotografía que se hace en el momento. Es la maravilla de poder fotografiar para un cliente y al mismo tiempo hacer artísticamente lo que a ti te de la gana”, comenta Donelli.







De allí que entre sus retratos se vean novias flotar con sus trajes en el mar, o zambullirse juntos en el agua, o posar ante un fortuito accidente automovilístico que apareció en el camino, darle brillo a los velos de un traje que hace trasluz con el rostro del novio, o construir una sinuosa línea con los perfiles de la pareja, la emotiva mirada de una madre o el momento de distracción de los jóvenes de la corte, todos ocupados con sus celulares.
“Siempre digo, la gente te hace entrar a su casa y te abre sus puertas de par en par. Te abren todos sus espacios, todos, hasta la caja fuerte te abre, hasta en la ducha los metes. Entras a la privacidad de una familia. No importa la clase social, no importa quienes sean, uno tiene que ser muy correcto y tiene que saber sopesar muy bien todas esas oportunidades”.

La clave para este fotógrafo es el valor artístico que añade a los momentos especiales que la familia aspira atesorar. Su experiencia no sólo es reconocida en Venezuela sino también a nivel internacional. Un día está en la boda de Maite Delgado y otro día en la del príncipe Nicolás de Grecia con la venezolana Tatiana Blatnik. El editor de libros de fotografía Bill Hurter incluye a Mauricio Donelli en su publicación 100 Techniques for Profesional Wedding Photographers, allí refiere Donelli: “No trabajo con demasiada luz artificial (… ) trabajo mucho con velocidades de obturación muy lentas. Esto proporciona una buena combinación entre el flash y la presencia de luz ambiental”.
En el año 2012 Mauricio Donelli recibió el primer premio de fotografía de sociales de la revista Photo District News, y mención autorretrato; en 2013, mención en la categoría Engagement. Pero mucho antes, en 1994 obtuvo en Venezuela el Premio Nacional Luis Felipe Toro, con la serie de retratos de músicos latinoamericanos. Todo se trató de aprovechar la oportunidad, cuando las figuras internacionales de la salsa se concentraron en un festival que se realizaba en el país, y como buen cazador, Donelli fue llegando a cada personaje.











Ha retratado desde políticos, empresarios, músicos, artistas, deportistas, modelos. Hizo un primerísimo plano de Hugo Chávez, como también tiene a Carlos Andrés Pérez a medio cuerpo. Arturo Uslar Pietri, Simón Díaz, Willie Colón, Carolina Herrera y Naomi Campbell se entremezclan en su portafolio con gente común corriente, incluido niños, a quienes les da la misma deferencia que el de una persona importante.
“Mi madre me enseñó que nadie es más que nadie, todos somos iguales”
Mauricio Donelli

Dalai Lama. Foto: Mauricio Donelli.
Uno de sus retratos más emblemáticos es el que le hizo al Dalai Lama, quien flores en mano, luce como si mirara a un entrañable amigo. En la imagen se revela una intimidad entre retratista y retratado, que se proyecta en quien la observa. “Con él fue lo más fluido del mundo. Porque él llegó y yo lo seguí, iba detrás de él. Y era como si viniéramos andando juntos por el camino de Santiago desde hace tres semanas atrás. Fue una compañía. Yo no siento aprehensión con las personas. Todos somos humanos. No me abruma estar con alguna gran personalidad”. Lo cierto es que sólo le tomó cinco minutos de su tiempo y casi que pierde la oportunidad de hacer la foto, de no ser por el propio Dalai Lama quien advirtió a los organizadores que se iban a saltar ese compromiso en su agenda.
El erotismo instantáneo
La sensualidad atrajo a Donelli en un ambiente que le era familiar, el mar. Sus primeras series eróticas están mezcladas de piel y arena. El horizonte marino, la sinuosidad de las olas, cauces o pozos arropan los cuerpos. De una de estas series Skin, está en proceso de culminar un libro, donde el cuerpo es un abstracto que puede narrar una historia o crear la ilusión de algo que no es. La otra serie, de nombre Acuática, gran parte realizada en Los Roques, inspiraría uno de sus más destacados trabajos.
“Los desnudos para mí son parte de esa magia corporal estética. Yo me fui por el retrato para conocer gente. Y me fui al desnudo para indagar en la erótica, en la forma en lo corporal y sexual. Comunicarse a través del proceso. Todo tiene alma. El retrato tiene alma. El desnudo tiene alma. El mismo acto documental tiene alma. Pero lo importante es ver cómo uno se comunica con esa alma, cada quien tiene una forma diferente de hacerlo”.













Serie Nudes. Mauricio Donelli
En 1995 tuvo el privilegio de utilizar una de las cinco Polaroid de gran formato que existen en el mundo, para lograr la serie que se llamó Derriére la porte. La cámara 24 x 20 ofreció un negativo único de 61 x 50,8 cm. “Eso vino de mi terquedad y del propósito que me hago cuando tengo una idea. Venía trabajando con la 4 x 5 desde hacía mucho tiempo, con el material de Polaroid 55, que me daba un negativo y un positivo al mismo tiempo. Y cuando estás en esas ligas, después piensas en una 8 x10, y bueno los costos se elevan. En un viaje a Nueva York me propuse llegarle a la cámara. Me informé, fui a sus oficinas, llené una planilla y envié un dossier a partir de unos retratos que hice en Los Roques. Me llamaron de inmediato (el contacto era John Reuter, quien también fue su profesor), y me asignaron la fecha”.
En el proceso, le permiten al fotógrafo cinco disparos gratis, para conocer la cámara, y luego, cada disparo costaba 100 dólares. Donelli realizó entre 18 y 20 fotos: todas de una modelo que mostraba únicamente los glúteos y las piernas. Al minuto siguiente del click comenzaron a aparecer revelados esos cuerpos de ángel, cabaretera, novia y otros personajes con sello de exclusividad. Uno de esos retratos destacó en la exhibición que se realizó en Sala Trasnocho Arte Contacto (TAC), en Las Mercedes, en el año 2015, “Realidades Instantáneas”, con la investigación y curaduría de Sagrario Berti y la museografía de Ricardo Báez.
La filosofía en la foto
En Caracas, mientras estudiaba Ciencias Administrativas en la Universidad Metropolitana, no había para el momento escuelas de fotografía como existen en la actualidad, pero se encontró con dos grandes maestros, Soledad Pérez y Ricardo Armas. De este último, Donelli aprendió a mantenerse en la búsqueda constante de algo más complejo en la siguiente foto.
“Ricardo Armas me decía, haz la gran foto y sigue, pero no te quedes allí. Y yo realmente he respetado esa parte de no alabarme por una fotografía que haya tomado. El éxito crea el desajuste. Puede suceder que sientes que ya hiciste la gran foto y te acuestes ahí. Ya la hice. Él tiene toda la razón. Pero siempre está la fotografía que te marca, siempre hay una fotografía que te agrada y esa comunicación es completamente válida porque es tu expresión”.
Donelli no revela cuál es esa foto, porque seguramente ya la mencionamos, o quizás porque guarda de cada momento algo especial.
“Cuando la gente se queda viendo por mucho tiempo una foto, yo les pregunto ¿por qué tanto la miras? Y entonces me dicen: es que siento algo, tiene vida. Hay algo que les comunica más que la misma imagen. Uno en la fotografía deja un puntico de alma, un puntico de esa esencia y de esa vida ahí impregnada. Y creo que eso es lo que la persona siente que tienen mis fotos Hay fotografías que ves y carecen totalmente de cualquier tipo de emoción. Y yo veo fotografías mías que me siguen emocionando hoy en día”.
Donelli tiene un trabajo que podría considerarse documental, pero sigue bajo los cánones del retrato: Los Diablos de Yare. “Yo quise interpretar el momento, darle otra. Quise graficar el rito de forma más estática, sacarlo del entorno para que se entendiera. Como un estudio urbano”. De esta serie, un diablo que se inclina en reverencia fue publicada como mención de honor en la revista AmericanPhoto.






No se queda atrás con fotografías de paisajes inspirados en sus viajes, y otra nueva serie Ávila Garden con un lente que observa a la Sultana desde la intimidad del jardín de un hogar. “Ese fue un proceso más orgánico. Había algo que se repetía. Visitar en los eventos tantos sitios de Caracas, hogares de familias diferentes. Era una imagen que golpeaba el ojo y al final siento que me lo estaba pidiendo a gritos. Cuando cae la locha ya había dejado pasar como diez momentos. Había un discurso familiar natural, esa relación desde el hogar y la ciudad. Y cada jardín intimo tiene un tratamiento diferente, que es el marco que te hace ver hacia el Ávila”.



Serie Ávila garden. Mauricio Donelli.
Vuelvo a preguntarle por las fotografías de eventos sociales. Son procesos de mucho estrés, tratar de cubrir la expectativa de los familiares que quieren tener el recuerdo de cada momento. Complacer lo que el cliente quiere, que se extiende a cada miembro de la familia. “En estos días hice un matrimonio en Punta Cana y salieron fotos espectaculares. Pero no sé si producto de la pandemia, había una vibración diferente. Yo creo que uno de los pocos matrimonios donde no tuve esa angustia o esa búsqueda de fotos. Dejé llevarme por la situación. Los novios fueron las personas más especiales y más amables del mundo. No hubo ningún estrés de ningún lado. La novia toca el gong y yo le pregunté cómo se traduce ese sonido en el cuerpo. Entonces ella me dijo que tú vas a un ritmo y el sonido crea vibraciones que también tienen un ritmo. Cuando tu cuerpo pierde su ritmo se desbalancea y no estás bien. Entonces el gong emite un sonido que entra al cuerpo y que estabiliza tu ritmo. Justamente, cuando estoy en un matrimonio se crea un ritmo entre la familia, los novios y lo que está sucediendo, si uno se involucra y se mete en esa espiral todo fluye perfectamente, todo está balanceado y todo está perfecto”.








Serie Viajes. Mauricio Donelli.
Donelli en fotografía de bodas ya es una marca. Sus fotografías se han insertado en páginas de publicaciones como Vogue Weddings, Weddings of Style, Lars Bolander y otros trabajos suyos comerciales y artísticos se han dejado ver en revistas de corte nacional e internacional como Photo France, Vogue, Town & Country, Quest, Rangefinder, Photo District News, Estilo, Estampas, Complot, Oceandrive, Hola (España y Venezuela), Paris Match entre otras. Sus obras se encuentran en las colecciones permanentes de la Galería de Arte Nacional y Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber, en la ciudad de Caracas. Y en cuanto a exposiciones, no sólo ha estado en galerías venezolanas sino también en México, Cuba, Italia y Francia. “Después de 40 años de hacer esto, las personas conocen el grado de responsabilidad de mi trabajo. Yo hago mis cosas bien desde el comienzo hasta el final. Siempre habrá tres o cinco personas que no comulguen contigo, pero hay 5.000 que sí”.
La espiritualidad en un click
Hace un buen tiempo, en un viaje al interior del país, Mauricio Donelli se detuvo en un kiosco a comprar un dulce de coco. Entre los estantes había una figura de José Gregorio Hernández de 60 centímetros de alto, vestido de blanco. Le pareció extraño, y no dejaban de mirarlo. Sintió una voz interna que le decía “te lo tienes que llevar”. Así que no dudo en comprarlo. “Lo cargaba bajo el brazo, para arriba y para abajo, y todo el mundo me miraba raro. Terminó siendo el José Gregorio Viajero y él veía a través de mí. La gente se me acercaba a contar sus anécdotas. Algo importante es que todo el mundo tiene un cuento con José Gregorio”.
La escultura posó para Donelli en muchos paisajes venezolanos y diversos contextos y situaciones, incluido un repique de tambores, y con los diablos de Yare. Era apenas el comienzo de un nexo con el Venerable que daría pie a nuevos proyectos acompañados por el actor y psicólogo clínico Sócrates Serrano, que aún hoy sorprende al fotógrafo.













Serie José Gregorio Viajero. Mauricio Donelli
“El hecho de haber estado en la exhumación de José Gregorio Hernández fue muy importante, porque en realidad me di cuenta de que él (JGH) me puso ahí. Yo no lo busqué. No estaba conectado con hacer fotos, porque era el año pandémico, había muchas muertes alrededor mío, familiares que se fueron. Él fue quien me jaló como por la camisa y me dijo: vamos, hay que ponerse a trabajar y a olvidarse de las penas. De la noche a la mañana me llamaron. De la Funeraria Vallés me avisan que me están buscando para hacer las fotos y el video de la exhumación. Luego descubro que el párroco de la iglesia de la Candelaria era un gran amigo mío. Tenía como 15 años que no lo veía y me recibió con los brazos abiertos. Después el director del equipo forense se me presenta y me dice que es coreano como yo, que conoce a mi familia, pero además, me muestra en su celular una foto de su hija, una niña a quien yo había retratado ocho meses atrás, en un matrimonio que se realizó en Cartagena de Indias, por su vestido verde… Eran demasiadas coincidencias”.
Paralelamente, el actor Sócrates Serrano venía trabajando su unipersonal “Gregory, Canal de Fe” y ambos se conectan a través de la creencia. El actor le propone al fotógrafo humanizar al personaje de yeso, y así comienza un proyecto que se realizó al cerrar el último día del año 2020 y el amanecer del 2021, con una representación de José Gregorio Hernández recorriendo Caracas mañana, tarde y noche. “Fue un acto creativo muy bien llevado, relajante. Recorrimos toda Caracas y la gente se acercaba. Íbamos tomando espacios nuevos que son de toda la vida, pero que por mucho tiempo no habíamos vuelto a pisar. Era como un reencuentro. Todo era como oxigenarse, como un acto de renovación. Todo mágico. Se nos fue el día, y en nada, ya estábamos abrazándonos con los fuegos artificiales de la medianoche”.
El fotolibro Hilos de fe, en formato de periódico, con textos de Miguel Isaa y diseño gráfico de Gisela Viloria, salió pocos días antes de la beatificación de José Gregorio Hernández, evento que también documentó Donelli. “Proyectos como este pueden tomarse meses, un fotolibro se lleva casi hasta un año para para que puedan salir bien, y este se llevó solo semanas y fue perfecto”. Lo sabe Donelli, quien desde hace un par de años tiene en proceso tres libros más “RSVP 30 años”, “Polatraits” y “Skin”.









Fotolibro Hilos de Fe de Mauricio Donelli.
En formato de periódico, colaboración con el actor Sócrates Serrano, textos de Miguel Isaa y diseño gráfico de Gisela Viloria
El parque del Este, la esquina de Amadores, en La Pastora, El Calvario, una toma a las puertas de la unidad de cuidados intensivos del Hospital José María Vargas, donde atienden a los pacientes de Covid, y que meses después recibiría para siempre a la hermana de Sócrates Serrano…, esos fueron algunos de los lugares visitados. Una panorámica desde lo alto del Ávila, observando las pocas luces de los cohetes de año nuevo cierra el ciclo. Querían transmitir un mensaje de sanación, conversaron con transeúntes, como en un performance callejero. “Estábamos en la esquina de Amadores, donde el carro mata a José Gregorio Hernández, y Sócrates va creando la escena. Hay una situación muy mágica que sucede entre nosotros. Nos comunicamos solamente con las miradas. Él empieza a actuar y yo a recoger imágenes. Él hace su performance y yo documento lo que está pasando. En ese momento un niño observa intrigado, le digo a sus padres que lo dejen acercarse. El niño se sentía atraído por el personaje” …. Y surge la foto.




Mauricio Donelli y José Gregorio. Fotos Inger Pedréañez
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Donelli intenta explicar esa conexión espiritual que tiene con la fotografía, aunque luzca un poco esotérico:
“Muy poca gente me entiende, cuando digo que yo vengo de un futuro donde ya hice click. Cuando yo hago el click real, el click formal, ya para mi pasó ese momento. Yo ya lo hice en mi mente. Es muy raro, como si hubiera sucedido hace mucho tiempo. Almas viejas. Y lo que me sucede con el proyecto con Sócrates Serrano es más o menos lo mismo. Parece que fuera como un reencuentro. Entonces es muy abrumador. Porque también yo hago cosas que digo ¿porque siento que ya hice esto? ¿Por qué siento que es algo que ya pasó? Me doy cuenta de que al tomar la foto, a veces, me encuentro a destiempo. Empiezas a meterte como en la esencia del momento. Quizás se deba a que he tenido vivencias extremas cercanas a la muerte que han influido en ese tipo de alcance sensorial. Yo he muerto dos veces, he estado en coma, he regresado a la vida. He vuelto”.
¿Te has planteado alguna vez no hacer más fotografías de bodas?
“Sabes que por el tema de la pandemia lo pensé. Me involucré un poquito más en mi tema personal. Es verdad que trabajar en sociales es muy exigente, pero creo que es parte de tu trabajo. Uno tiene que trabajar toda la vida. Pero lo que me regaló a mí la pandemia, fue ese espacio de poder hacer mis cosas con más tranquilidad y con más dedicación. Y eso es…, bueno yo no uso drogas, pero esto tiene que ser lo más parecido a una droga, porque ya cuesta mucho hacer un matrimonio, pero cuando estás adentro te das cuenta de que lo disfrutas. Hay que seguir trabajando y mi trabajo en realidad, al final, me permite crear”.

Mauricio Donelli. Captura de video de En Modas Palabras con Tony Daza.
Más sobre Mauricio Donelli
Mauricio Donelli – En Modas Palabras con Tony Daza. https://youtu.be/Q7xFDEOpJuc