Alfredo Cortina: Un paisajista del tiempo

Inger Pedreáñez

Con o sin Elizabeth Schön todos los escenarios fotográficos de Alfredo Cortina hablan de alguna manera sobre la ausencia. Si ella se encuentra como sujeto único en medio de un escenario, luce extraviada en su aparente soledad.  Cuando no está, la vista panorámica aborda el silencio de una ciudad que está próxima a transformarse por la modernidad. A veces son los animales los que le hacen el juego, perros callejeros que deambulan ignorantes del observador, otras veces, las ruinas opacan a los pocos transeúntes. En cada serie hay un elemento común y es la necesidad de acumular imágenes de un paisaje consciente de su condición efímera.

Elizabeth Schön y Alfredo Cortina

Curiosamente, esta colección fotográfica destaca y adquiere valor luego de la ausencia de su autor y de su musa. En medio del vacío de la inexistencia, los retratos narran su historia. Como si en cada captura del segundo agonizante, Cortina  hubiera acumulado  los sedimentos de otro tiempo, en el que la pareja  permanece eterna.

No tenemos los testimonios de los protagonistas, pero Elizabeth Schön (1921-2007) quizás no anticipaba el retrato, concentrada en un verso, en sus pensamientos o en la propia imagen poética que quería expresar en sus palabras. Así la recuerda su amiga poeta María Antonieta Flores, quien considera que ella no posaba a la cámara y que incluso recuerda vagamente que tenía otra relación ante la lente. Uno se imagina a Schön alejarse de Alfredo Cortina,  hacia el punto que la desvanecía como objeto fotográfico, para sólo ser testigo del retrato de un país. Es el país, y ella explorándolo. Es el país y él documentando la curiosidad de un cronista de lo público, desde la intimidad. “Lo que vemos en las fotos es la expresión que ella tenía cuando se quedaba pensando, abstraída en su mundo interior, así era igual cuando conversábamos”.

Alfredo Cortina. S/t, c.1955. ©Archivo Fotografía Urbana. En la colección del MoMA.

Ese misterio que se extiende como un secreto  en los negativos que le sobreviven, puede ser la razón de que  la colección fotográfica de Alfredo Cortina haya adquirido tal relevancia. Se ganó el interés, primero del Archivo Fotografía Urbana, en el año 2008, y bajo la investigación y curaduría del director de AFU, Vasco Szinetar, organizó el material en diferentes discursos. Son aproximadamente 7.000 negativos dispuestos a descubrir la otra vida de quien fuera pionero y fundador de la radio en Venezuela, además de coautor de la primera  radionovela del país, “El misterio de los ojos escarlata”, junto al escritor Mario García Arocha.

Yo empiezo a ver los archivos que estaban muy bien organizados y me sorprendo de esas imágenes donde siempre sale su esposa, siempre en territorios urbanos particulares y sin mirar a la cámara. Entiendo que allí hay una obsesión,  una particular forma de mirar. Hay un autor. Realizo una selección generosa y se la envío a Luis Pérez Oramas que estaba de curador en el MoMA”, así comienza esta historia para el curador y director del Archivo Fotografía Urbana, Vasco Szinetar.

Se trataba de un registro fotográfico de quince años de paseos, realizados por la pareja entre 1950 y 1965. Pérez Oramas, quien además es historiador de arte y poeta, escribe a partir de esas imágenes el ensayo Un atlas para Elizabeth, título que también llevará la primera exposición individual de Alfredo Cortina. El debut de esta obra sería en el 2012, al ser incluida en la 30a Bienal de São Paulo, Brasil. En el año 2014 el Museo de Arte Moderno de Nueva York, MoMA, presenta en la celebración de Paris Photo, en el Grand Palais, Francia su más reciente adquisición, justamente 24 fotografías donadas por el Archivo Fotografía Urbana.

Le siguió en 2015 la exposición en la Sala Mendoza, en Caracas, Venezuela, luego el Maczul, en Maracaibo. En el año 2016, una gran selección del material es incluido en la colección PHotoBolsillo: Biblioteca de Fotógrafos Latinoamericanos, de La Fábrica, con curaduría y textos de Vasco Szinetar y Ariel Jiménez. Un año después se exhibe en Madrid, igualmente promovido por La Fábrica y en el año 2018, la Galería Henrique Faría de Nueva York vuelve al Grand Palais de Paris, con la eterna viajera, Schön, y los paisajes de Cortina.

 “Cortina era un ser sensible, un inventor. Un testigo del drama humano. Hizo fotografías por las mismas razones de muchos fotógrafos: volver a ver lo visto en el tiempo. Lo más sorprendente es que las hizo sin tomar en cuenta otro espectador, sino él.  Para su proceso de rumiar privadamente. Por eso sus imágenes son tan auténticas y poderosas”, así lo describe el fotógrafo Ricardo Armas, Premio Nacional de Cultura, mención Fotografía del año 1997.

Refiere que la pareja era de fuerte carácter. “Mientras ella era más bien retraída, él era pachanga y ruido. Un animal social. Por eso creó exitosas novelas de radio, porque conocía el mundo exterior. Será, sin duda, unos ojos testigos a la hora de estudiar nuestro devenir”, comenta Armas para la revista Estilo.

Armas considera que las fotos de Un atlas para Elizabeth, se hicieron como un acuerdo entre los dos: yo te doy y tú me das. “Ella creó un personaje para él, y él le dio narrativa a ese personaje. La compuso en el contexto que a él le interesaba. El país rural que dejamos de ser para ser modernos. Se puede decir que también era una novela de amor, y todo eso, Alfredo lo disfrutaba en su casita laboratorio, privadamente”.

Por su parte, el también Premio Nacional de Fotografía de Venezuela año 2000, Antolín Sánchez, corrobora la importancia de este descubrimiento fotográfico. “Hay un leiv motiv muy claro en el trabajo de Cortina, la composición, la forma de darle escala al paisaje con la figura de Elizabeth Schön, está muy bien pensada. Siempre parece estática, pero no lo digo con carácter peyorativo, sino más bien como un elemento compositivo donde ella forma parte del paisaje. Me parece que era un juego maravilloso que él hizo por mucho tiempo con ella. Y mantuvo esa unidad dentro de la diversidad, porque fueron muchos lugares y en un transcurso del tiempo, que verlo ahora en retrospectiva, queda en evidencia la constancia en su forma de ver”. Antolín Sánchez recuerda haber fotografiado a Cortina muy poco tiempo antes de que él falleciera. Lo hizo junto a su colección de relojes antiguos, muchos de los cuales él mismo se dedicaba a reconstruir, y algunos otros de su propia fabricación.

Alfredo Cortina. Foto Antolín Sánchez

Las nuevas vetas

En la colección del Archivo Fotografía Urbana aún queda material por explorar. Nuevos discursos que servirán para otras investigaciones. Vasco Szinetar abre el portafolio digital con mucho celo. Están las fotos familiares, encuentros entre primas como Ida Gramcko, pero también aparece la ciudad rural que era Caracas en los años 50. 

Cortina tiene una gran sensibilidad sobre la ciudad. En los años 40 comienza una modificación del paisaje urbano, era la entrada a la modernidad.  Cortina se centra en registrar las esquinas de Caracas, desde una perspectiva sumamente objetiva, nada heroica, épica, ni esteticista. Es una mirada depurada y muy objetiva. Él es un paisajista, pero además, es un autor conceptual”, describe Vasco Szinetar, quien se define como un traductor de la obra de Alfredo Cortina. Alguien que escucha lo que el autor quería decir con sus imágenes.

 “Él establece de manera intuitiva un concepto de lo serial. Podríamos decir que Alfredo Cortina es un pre conceptualista. No toma fotos, hace una serie. Y tiene una forma constructiva de definir en el tiempo la cultura del paisaje.  Pero va a contracorriente de los autores como Boulton, Herrera, Razetti que ven el paisaje desde una perspectiva romántica e idealizada, que busca constantemente la belleza. Cortina no busca la belleza, es una fotografía distante. Silenciosa. No trata de embellecer sino que es sumamente documentalista”.

Se podría decir que las esquinas de Caracas será la segunda veta de exploración de la obra de Alfredo Cortina, un hombre que disfrutaba de su colección de momentos desde el álbum familiar, ajeno a que el tiempo, girando como aquellos relojes que él también coleccionaría, algún día daría el vuelco para revivirlo en la historia a través de la fotografía.

Insistimos en saber cuál será la próxima faceta que se develará de Alfredo Cortina como fotógrafo. Szinetar sólo dice una frase tajante. “Cortina va pa´ largo”.

Agradecimiento especial al Archivo de la Fotografía Urbana.

Inger Pedreáñez es periodista (UCV), fotógrafa, poeta. Profesora de periodismo en la Universidad Católica Andrés Bello. Dedicada al periodismo corporativo por más de 25 años. IG: @ingervpr.

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